viernes, 18 de agosto de 2017

171. Él no apagará la vela que apenas alumbra… ¿y nosotros?

Isaías 42:1-8 DHH
1 “Aquí está mi siervo, a quien sostengo,
mi elegido, en quien me deleito.
He puesto en él mi espíritu
para que traiga la justicia a todas las naciones.
2 No gritará, no levantará la voz,
no hará oír su voz en las calles,
3 no acabará de romper la caña quebrada
ni apagará la mecha que arde débilmente.
Verdaderamente traerá la justicia.
4 No descansará ni su ánimo se quebrará,
hasta que establezca la justicia en la tierra.
Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas.
5 Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió,
que formó la tierra y lo que crece en ella,
que da vida y aliento a los hombres que la habitan,
dice a su siervo:
6 “Yo, el Señor, te llamé
y te tomé por la mano,
para que seas instrumento de salvación;
yo te formé, pues quiero que seas
señal de mi alianza con el pueblo,
luz de las naciones.
7 Quiero que des vista a los ciegos
y saques a los presos de la cárcel,
del calabozo donde viven en la oscuridad.
8 Yo soy el Señor, ese es mi nombre,
y no permitiré que den mi gloria a ningún otro
ni que honren a los ídolos en vez de a mí.

Esta promesa mesiánica se repite en Mateo 12, y corresponde a la obra de Cristo. Comenzó a cumplirse cuando vino por primera vez, y fue transferida a sus mensajeros, la Iglesia, tal como lo entendió Pablo:

Hechos 13:47 DHH
47 Porque así nos mandó el Señor, diciendo:
“Te he puesto como luz de las naciones,
para que lleves mi salvación
hasta las partes más lejanas de la tierra.

Hay mucho para hablar aquí, pero el tenor general del mandato propiamente no es de juicio ni de destrucción, sino todo lo contrario, de misericordia, cuidado tierno, sanidad y liberación. Es importante recordarlo en los tiempos de juicio que estamos viviendo; aunque el castigo de Dios sobre la tierra es perfectamente real, y peor será más adelante, con todo, la puerta de misericordia sigue abierta, y la naturaleza de amor y cuidado del Siervo del Señor nos es dada también a Sus hijos.

“no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente” es una expresión de cuidado pastoral; esto se refiere al que “apenas se sostiene”, al que “apenas llega”.

Este puede ser el que a duras penas puede entender el evangelio o con mucha dificultad puede alejarse de la maraña de pecado y ataduras en las que vive, y necesita mucho cuidado y sostén para creer. ¡Qué fácil es espantarlo del Evangelio! Basta un mal testimonio, una palabra dura o, peor aún, una exhortación que puede ser totalmente verdadera pero dicha sin amor. Hermanos, ¡qué fácil es alejarlo del Camino del Señor!, y “casi” sin darnos cuenta.

Los cristianos podemos ser expertos en esto, a veces debido a nuestros pecados y malas intenciones del corazón; y otras veces debido a nuestra imprudencia e inexperiencia. Necesitamos que el Señor nos ayude a controlar la lengua (¡vaya novedad!)

Gálatas 5:22 DHH
22 En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,

La “amabilidad” tiene que ver con esto, no herir con las palabras, y no espantar a los que apenas se sostienen. Este es un problema tanto para los cristianos carnales como para los que procuran ser bíblicos: es frecuente que al enfocarnos en la Biblia seamos arrastrados hacia el dogmatismo, aunque no tiene por qué ser así.

Pero la “caña quebrada” y la “mecha que arde débilmente” también representa a los cristianos fieles que están apenas desarrollando sus llamados y ministerios; aquellos que apenas están empezando a alumbrar con la luz de Cristo, a sostener el peso de la obra. Y de nuevo ¡qué fácil es destruir sus ministerios! Normalmente los responsables aquí son los líderes y pastores. Una palabra, un gesto, o el desinterés manifiesto pueden apagar lo que hubiera sido una potente luz hacia las naciones.

Creo que muchos pastores están literalmente cubiertos por la sangre de decenas o cientos de ministerios que han asesinado apenas nacieron. A veces por inseguridad propia; no sea que le saquen protagonismo. Muchas veces por ignorancia e incapacidad: realmente no sabían cómo ubicar el funcionamiento de esos ministerios dentro de la iglesia, y aún pastores de iglesias grandes. Por estrechez doctrinal; cuando la visión o la teología de los hermanos no coincidía con la del pastor. Por descuido, simplemente muchas actividades (que Dios no encargó, claro) lo llevan a descuidar las necesidades de estos hermanos. Y a veces por motivos más egoístas: amor al dinero, al protagonismo, necesidad de ubicar a la familia y amigos en los puestos de ministerio, para devolver favores o para que no se descubran manejos turbios.

Sea como sea, por motivos groseros o por motivos mucho más inocentes, por intención o por descuido, ¡qué fácil que es para un pastor apagar una luz que apenas está empezando a brillar!

Hermanos, ese nunca fue el propósito del Señor. Claro que un pastor tiene la responsabilidad de apuntalar y tutorar la planta que está creciendo, para que lo haga recto, pero es muy diferente el concepto de tutorar al concepto de “apagar”, ¡y puede haber una diferencia pequeña!

Realmente debemos orar y bendecir mucho a aquellos líderes que procuran hacer este trabajo con mucho cuidado por las almas. Ellos son un tesoro para la Iglesia, y a veces pasan desapercibidos. Y también realmente debemos orar para que el Señor llame la atención o directamente quite de la Iglesia a los encargados de “apagar luces”.

Y de paso, ¡no sea que nosotros también seamos culpables! Lo mismo que decimos para los líderes se aplica a todos. La palabra de ánimo de un hermano, el consejo sabio, una oración, o simplemente prestar atención a lo que el Espíritu le está dando a un hermano puede ser más que suficiente y puede suplir lo que pastoralmente falte. ¡Señor, ayúdanos!



Danilo Sorti




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