Isaías 42:1-8 DHH
1 “Aquí está mi siervo, a quien sostengo,
mi elegido, en quien me deleito.
He puesto en él mi espíritu
para que traiga la justicia a todas las naciones.
2 No gritará, no levantará la voz,
no hará oír su voz en las calles,
3 no acabará de romper la caña quebrada
ni apagará la mecha que arde débilmente.
Verdaderamente traerá la justicia.
4 No descansará ni su ánimo se quebrará,
hasta que establezca la justicia en la tierra.
Los países del mar estarán atentos a sus
enseñanzas.
5 Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió,
que formó la tierra y lo que crece en ella,
que da vida y aliento a los hombres que la
habitan,
dice a su siervo:
6 “Yo, el Señor, te llamé
y te tomé por la mano,
para que seas instrumento de salvación;
yo te formé, pues quiero que seas
señal de mi alianza con el pueblo,
luz de las naciones.
7 Quiero que des vista a los ciegos
y saques a los presos de la cárcel,
del calabozo donde viven en la oscuridad.
8 Yo soy el Señor, ese es mi nombre,
y no permitiré que den mi gloria a ningún otro
ni que honren a los ídolos en vez de a mí.
Esta promesa mesiánica se repite en Mateo 12, y
corresponde a la obra de Cristo. Comenzó a cumplirse cuando vino por primera
vez, y fue transferida a sus mensajeros, la Iglesia, tal como lo entendió
Pablo:
Hechos 13:47 DHH
47 Porque así nos mandó el Señor, diciendo:
“Te he puesto como luz de las naciones,
para que lleves mi salvación
hasta las partes más lejanas de la tierra.
Hay mucho para hablar aquí, pero el tenor general
del mandato propiamente no es de juicio ni de destrucción, sino todo lo
contrario, de misericordia, cuidado tierno, sanidad y liberación. Es importante
recordarlo en los tiempos de juicio que estamos viviendo; aunque el castigo de
Dios sobre la tierra es perfectamente real, y peor será más adelante, con todo,
la puerta de misericordia sigue abierta, y la naturaleza de amor y cuidado del
Siervo del Señor nos es dada también a Sus hijos.
“no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la
mecha que arde débilmente” es una expresión de cuidado pastoral; esto se
refiere al que “apenas se sostiene”, al que “apenas llega”.
Este puede ser el que a duras penas puede entender
el evangelio o con mucha dificultad puede alejarse de la maraña de pecado y
ataduras en las que vive, y necesita mucho cuidado y sostén para creer. ¡Qué
fácil es espantarlo del Evangelio! Basta un mal testimonio, una palabra dura o,
peor aún, una exhortación que puede ser totalmente verdadera pero dicha sin
amor. Hermanos, ¡qué fácil es alejarlo del Camino del Señor!, y “casi” sin
darnos cuenta.
Los cristianos podemos ser expertos en esto, a
veces debido a nuestros pecados y malas intenciones del corazón; y otras veces
debido a nuestra imprudencia e inexperiencia. Necesitamos que el Señor nos
ayude a controlar la lengua (¡vaya novedad!)
Gálatas 5:22 DHH
22 En cambio, lo que el Espíritu produce es amor,
alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
La “amabilidad” tiene que ver con esto, no herir
con las palabras, y no espantar a los que apenas se sostienen. Este es un
problema tanto para los cristianos carnales como para los que procuran ser
bíblicos: es frecuente que al enfocarnos en la Biblia seamos arrastrados hacia
el dogmatismo, aunque no tiene por qué ser así.
Pero la “caña quebrada” y la “mecha que arde
débilmente” también representa a los cristianos fieles que están apenas desarrollando
sus llamados y ministerios; aquellos que apenas están empezando a alumbrar con
la luz de Cristo, a sostener el peso de la obra. Y de nuevo ¡qué fácil es
destruir sus ministerios! Normalmente los responsables aquí son los líderes y
pastores. Una palabra, un gesto, o el desinterés manifiesto pueden apagar lo
que hubiera sido una potente luz hacia las naciones.
Creo que muchos pastores están literalmente
cubiertos por la sangre de decenas o cientos de ministerios que han asesinado
apenas nacieron. A veces por inseguridad propia; no sea que le saquen
protagonismo. Muchas veces por ignorancia e incapacidad: realmente no sabían
cómo ubicar el funcionamiento de esos ministerios dentro de la iglesia, y aún
pastores de iglesias grandes. Por estrechez doctrinal; cuando la visión o la
teología de los hermanos no coincidía con la del pastor. Por descuido,
simplemente muchas actividades (que Dios no encargó, claro) lo llevan a
descuidar las necesidades de estos hermanos. Y a veces por motivos más
egoístas: amor al dinero, al protagonismo, necesidad de ubicar a la familia y
amigos en los puestos de ministerio, para devolver favores o para que no se
descubran manejos turbios.
Sea como sea, por motivos groseros o por motivos
mucho más inocentes, por intención o por descuido, ¡qué fácil que es para un
pastor apagar una luz que apenas está empezando a brillar!
Hermanos, ese nunca fue el propósito del Señor.
Claro que un pastor tiene la responsabilidad de apuntalar y tutorar la planta
que está creciendo, para que lo haga recto, pero es muy diferente el concepto
de tutorar al concepto de “apagar”, ¡y puede haber una diferencia pequeña!
Realmente debemos orar y bendecir mucho a aquellos
líderes que procuran hacer este trabajo con mucho cuidado por las almas. Ellos
son un tesoro para la Iglesia, y a veces pasan desapercibidos. Y también
realmente debemos orar para que el Señor llame la atención o directamente quite
de la Iglesia a los encargados de “apagar luces”.
Y de paso, ¡no sea que nosotros también seamos
culpables! Lo mismo que decimos para los líderes se aplica a todos. La palabra
de ánimo de un hermano, el consejo sabio, una oración, o simplemente prestar
atención a lo que el Espíritu le está dando a un hermano puede ser más que
suficiente y puede suplir lo que pastoralmente falte. ¡Señor, ayúdanos!
Danilo Sorti
Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprima aquí para enviarnos tu ofrenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario