Apocalipsis 22:10-11 RVC
10 Y me dijo también: «No selles las palabras
proféticas de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 Deja que quien sea injusto, siga siendo
injusto; que quien sea impuro, siga siendo impuro; que quien sea justo, siga
practicando la justicia; y que quien sea santo, siga santificándose.»
Al momento de escribir este artículo hace
alrededor de veinte años que, en una revista, escribía sobre el mismo texto.
Entendía el significado, pero no tenía una idea tan clara entonces de cuán
profunda era la división que este texto profetizaba, y no sé ahora si realmente
entiendo cuán profunda será hacia el tiempo del arrebatamiento, pero será mayor
todavía de la que vemos hoy.
El versículo once presenta dos
contraposiciones: injusto versus justo, impuro versus santo; y en una primera
lectura muestra una división muy clara de personas. De alguna manera, cada
grupo está tan afirmado en su actitud que parecería “imposible” ningún cambio;
fundamentalmente del primer grupo, los injustos e impuros. A los justos y a los
santos se les dice que continúen creciendo en su camino, que no se estanquen ni
mucho menos se vuelvan atrás, sino que avancen cada vez más, que no dejen de
hacer sus buenas obras, que no dejen de buscar al Santo y al Justo.
Pero hay un grupo que “se deja”, la idea es
que han llegado a un estado tal en el que de todas formas no van a cambiar.
Aquí tenemos un eco de lo que Jeremías había dicho mucho tiempo atrás:
Jeremías 13:23 DHH
23 ¿Puede un negro cambiar de color?
¿Puede un leopardo quitarse sus manchas?
Pues tampoco ustedes, acostumbrados al mal,
pueden hacer lo bueno.
Por eso, en los tiempos de Jeremías, vendría
el juicio:
Jeremías 13:24 DHH
24 Por eso voy a dispersarlos a ustedes
como a paja que arrastra el viento del
desierto.
Y por eso mismo vendrían (y ya están
viniendo) los juicios de Apocalipsis.
Ahora bien, ¿por qué dice el versículo once
“deja”? ¿Quién debe “dejar” a estas personas y no perder más tiempo con ellos?
A partir del versículo 6 el apóstol Juan vuelve al centro de la escena y ocurre
un pequeño diálogo con el ángel que le está mostrando la revelación, que es
interrumpido en el versículo doce por el mismo Señor, aunque también podría
ocurrir en el once. De todas formas, siguiendo el hilo del diálogo que empezó
en el versículo 6, resulta bastante lógico pensar que la recomendación del
versículo once fue dada directamente a Juan, quién servía entre las iglesias de
Asia, las que aparecen al principio de Apocalipsis y hacia las que primeramente
va dirigido el libro.
Viéndolo con ese enfoque, la recomendación
del versículo once va dirigida a un ministro del Señor en relación con su
servicio, ¿y cuál es? ¡Pues que no pierda tiempo con los que están endurecidos!
A esa altura, las siete iglesias de Asia tenían una gran riqueza de revelación,
en comparación con muchas otras; seguramente tenían copias ya de unos cuantos
sino todos los escritos que conformarían el Nuevo Testamento, contaban con el
ministerio del apóstol más longevo, ellas mismas estaban siendo purificadas por
el fuego de la prueba y ahora recibían la última revelación de lo que pasaría
en el futuro. No sé cuánto mejor estaban que el resto de las iglesias de la
época, pero al menos sé que no estaban en la peor situación. Si después de todo
esto había gente que no quería creer, y teniendo en cuenta que a Juan no le
quedaban ya tantos años más de ministerio, el mejor consejo era que no perdiera
tiempo con ellos. Se aplica lo que dice Hebreos:
Hebreos 6:4-8 DHH
4 Porque a los que una vez recibieron la luz,
y saborearon el don de Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo,
5 y saborearon el buen mensaje de Dios y el
poder del mundo venidero,
6 si caen de nuevo, ya no se les puede hacer
volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando otra vez al Hijo de Dios
y exponiéndolo a la burla de todos.
7 Son como la tierra que bebe la lluvia que
cae en abundancia sobre ella: si da una cosecha útil a los que la trabajan,
recibe la bendición de Dios;
8 pero si da espinos y cardos, no vale nada;
cae bajo la maldición de Dios, y finalmente será quemada.
“Será quemada” nos remite al momento de la
dura prueba, quizás la más dura, la única que puede quitar las capas más
resistentes de iniquidad… o eliminar al inicuo que no quiere cambiar.
El fuego es un elemento que viene utilizando
el hombre desde la antigüedad para diversos propósitos, pero en el ámbito
agrícola, cuando sobre un suelo hay arbustos y pastos duros, muy difíciles de
arrancar, suele ser la opción más económica. Por supuesto que no es una
práctica recomendada hoy día, excepto en algunos ambientes muy particulares y
de manera controlada, por ejemplo, en campos bajos y zonas anegables, donde hay
pastos duros, para que el ganado pueda comer luego el rebrote. Pero en aquellas
épocas, sin las actuales maquinarias, resultaba la única opción. Luego del
fuego resultaba más fácil limpiar el campo para poder cultivar. Es decir que el
fuego permitía finalmente trabajar la tierra y obtener una buena cosecha, pero,
¿por qué deberíamos nosotros ser “pasados por fuego” para alcanzar la
salvación?
Bueno, lo cierto es que muchos lo serán,
aquellos que ya se han vuelto insensibles a la voz del Señor, y por lo mismo, a
la voz de Sus siervos. Respecto de ellos es que el ángel le advierte a Juan, el
llamado “apóstol del amor”, que por su naturaleza amaba y no iba a dejar
fácilmente de insistir con los descarriados: “no pierdas tu tiempo, enfócate en
aquellos que van a responder”, porque el trato que necesitaban los rebeldes ya
no podía ser mediante palabras ni amor, sino mediante juicio.
Y, probablemente, estos rebeldes no eran “los
de afuera”, sino los “de adentro”, los que estaban en la órbita del ministerio
de Juan, en las iglesias, los que fueron nombrados indirectamente en los
capítulos dos y tres de Apocalipsis.
Ese mismo mensaje, casi dos mil años después,
es dado a los siervos de la iglesia: queda poco tiempo de ministerio y una
labor muy grande, seamos sabios en el ministerio y no perdamos tiempo. A muchos
pastores les duele “abandonar a las ovejas”, pero en realidad no están
abandonando a ninguna “oveja”, ¡sino a “cabras” rebeldes! Dios también tendrá
cuidado de ellas, pero no es nuestro trabajo.
Danilo Sorti
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