Jonás 2:1-7 RVC
1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde
el vientre del pez,
2 y dijo: «Señor, en mi angustia te invoqué,
y tú me oíste. Desde el fondo del abismo clamé a ti, y tú escuchaste mi voz.
3 Me echaste a las profundidades del mar, y
las corrientes me rodearon; ¡todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí!
4 Entonces dije: “Me has desechado delante de
tus ojos, pero todavía he de ver tu santo templo.”
5 Las aguas me rodearon hasta el cuello, y el
abismo me envolvió. ¡Las algas se enredaron en mi cabeza!
6 Bajé hasta los cimientos de los montes; la
tierra echó para siempre sus cerrojos sobre mí; pero tú, mi Señor y Dios,
rescataste mi vida del sepulcro.
7 Cuando dentro de mí desfallecía mi alma, me
acordé de ti, Señor, Y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo.
Normalmente ponemos a Jonás en la lista de
los peores profetas de la Biblia, y nos entretenemos criticándolo. Esto, por
supuesto, hasta que nos damos cuenta que no somos muy diferentes a él. Sin
embargo, la sinceridad de Jonás probablemente sea una de las más grandes de los
personajes bíblicos, ¿cómo sabríamos su historia si él mismo no la hubiera
contado? Le debo esta reflexión a un misionero que, en un retiro, remarcaba
este aspecto día tras día en sus devocionales.
Hasta que llegamos al vientre del pez tenemos
una rápida cuesta descendente en el rechazo de la voluntad divina, y ya
podríamos decir que se terminó todo, que se acabó el ministerio y que
decididamente no hay nada más. Pero la historia da un giro dramático y sabemos
cómo siguió.
Haber pasado por el vientre del pez podría considerarse
el peor fracaso de Jonás y uno de los peores registrados en la Biblia, pero
aquí viene el maravilloso poder de Dios: no solo restauró su llamado y le dio
éxito en su comisión, sino que ese hecho, precisamente su mayor fracaso, que de
ninguna manera es excusado ni minimizado, se convirtió en una de las más claras
profecías sobre el hecho más glorioso de todos: la resurrección de Jesucristo.
Mateo 12:39-40 RVC
39 Pero él les dijo: «La generación mala y
adúltera demanda una señal, pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás.
40 Porque así como Jonás estuvo tres días y
tres noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del Hombre estará
tres días y tres noches en el corazón de la tierra.
¿Cómo un acto de la más profunda rebeldía y
rechazo hacia Dios, plenamente consciente de lo que hacía, pudo transformarse
en una señal profética tan tremenda? Jonás fue ungido como profeta, y como tal
iba a ser usado por Dios, aún contra su voluntad.
En alguna oportunidad nos podemos encontrar
en una situación parecida al “pozo” de Jonás: habiendo rechazado
deliberadamente la voluntad divina, habiendo fracasado y terminado en lo más
profundo del castigo merecido por nuestra rebeldía y pecado. Pero desde ese
fondo, para los que se arrepienten, hay un nuevo camino y un propósito que
puede terminar siendo mucho más glorioso de lo que jamás hubiéramos pensado.
¿Hubo otros como Jonás que no se
arrepintieron ni clamaron al Señor? No lo sabemos; si los hubo sencillamente
terminaron como estiércol de grandes peces en el fondo del mar, ¡no me gustaría
tener ese fin!
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario