lunes, 14 de agosto de 2017

135. Cuando mi hermano cae

Abdías 10-14 RVC
10 Por haber injuriado a tu hermano Jacob, quedarás en vergüenza y serás eliminado para siempre.
11 El día que un ejército extranjero llevaba cautivo a su ejército, y gente extraña entraba por las puertas de Jerusalén y sobre ella echaba suertes, tú estabas allí, en primera fila; ¡tú eras también uno de ellos!
12 Pero no debiste haber sido un mero espectador el día que tu hermano era víctima del infortunio. No debiste haberte alegrado el día en que se perdieron los hijos de Judá. No debiste haberte ufanado en el día de su angustia.
13 No debiste haber entrado por las puertas de mi pueblo el día que éste fue quebrantado. ¡No, no debiste haberte deleitado con su mal el día que fue destruido, ni debiste despojarlo de sus bienes en el día de su desgracia.
14 No debiste pararte en las encrucijadas para matar a los que intentaban escapar. En ese día angustioso, no debiste entregar a los sobrevivientes.


El castigo que en ese momento estaba sufriendo Israel a manos de Babilonia era totalmente justo. No había absolutamente nada “de más” en él: la inmundicia e impiedad en las que habían caído sus habitantes requería un juicio tan terrible, y el momento había llegado. ¿Cuál fue el problema de Edom, es decir, Esaú, hermano de Jacob, esto es, Israel? Haberse alegrado y sacado provecho de Jacob en el momento de su infortunio.

Ahora bien, entendamos lo siguiente: a lo largo de la historia fue Jacob primero e Israel después quién engañó y oprimió a Esaú y luego a Edom. Además del conocido episodio de la primogenitura, hubo otras ocasiones en que un Israel poderoso se aprovechó de Edom, por ejemplo:

1 Reyes 11:15-16 RVC
15 Cuando David estaba en Edom, Joab, general del ejército, llegó para enterrar a los israelitas caídos en combate, y mató a todos los hombres de Edom.
16 Joab y todos los israelitas estuvieron seis meses en Edom, hasta que exterminaron a todos los edomitas.

Digamos de paso que los cristianos evangélicos siempre tendemos a mirar todo lo que hizo Israel en la historia con aprobación, pero nada de eso se dice aquí y no hay ninguna explicación que justifique esta matanza, más allá que la mera conquista y opresión del conquistado.

El hecho es que Edom tenía MUY SOBRADAS razones para odiar a Israel y para alegrarse de su desgracia, y Dios no justificó nunca lo que Israel hizo “de más” en su justa lucha por poseer la tierra, que, de paso, nunca incluyó Edom:

Deuteronomio 2:4-5 RVC
4 Ordena al pueblo lo siguiente: ‘Cuando ustedes pasen por el territorio de sus hermanos, es decir, los hijos de Esaú, que habitan en Seir, ellos van a tener miedo de ustedes. Pero tengan mucho cuidado.
5 No se metan con ellos, porque yo no les voy a dar de su tierra ni siquiera lo que alcancen a cubrir con un pie. A Esaú le he dado en propiedad el monte de Seir.


Y en algún momento Edom avanzó sobre Judá:

2 Crónicas 28:16-17 RVC
16 En aquel tiempo el rey Ajaz pidió la ayuda de los reyes de Asiria,
17 pues también los edomitas habían venido y atacado a los de Judá, y se habían llevado muchos cautivos.

Resumiendo, si la nación de Edom tenía resentimiento hacia Israel, estaba más que justificado humanamente, pero no delante del Señor.

Esta lección histórica nos lleva a vivencias personales muy profundas, porque de verdad que hay hermanos que nos han hecho mucho daño. A lo mejor esto que escribo puede parecer extraño para los nuevos creyentes, pero les aseguro que para los más viejos no lo es. Y no estoy hablando de los “hermanastros” es decir, de los lobos con piel de oveja que aparentan ser hermanos y no lo son (de los cuales también hay muchos), sino de los que de verdad han sido lavados con la Sangre de Cristo y están en la comunión de los santos, pero no han sido perfeccionados todavía.

Israel cometió muchos errores y había llegado el momento de su castigo, de parte del Señor. No le competía a su hermano Esaú involucrarse en él. Lo mismo con nosotros: tené por seguro que aquel hermano que te ha hecho tanto daño recibirá el “ajuste de tuercas” del Señor, y no va a ser nada agradable; pero no abrigues resentimientos contra él ni te ensañes en medio de su juicio. No estoy diciendo que debemos ser hipócritas y poner cara triste y lamentarnos ruidosamente cuando llegue ese momento, simplemente que no debemos meternos. Todas las causas de los fieles están delante del Señor, y en Su tiempo preciso (que no necesariamente es el nuestro) hará justicia. Preocupate por ser fiel para que Él pueda atender tu causa.



Danilo Sorti




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