lunes, 14 de agosto de 2017

147. Según la sabiduría que el Señor nos dio, así hablamos

2 Pedro 3:14-16 DHH
14 Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estas cosas, hagan todo lo posible para que Dios los encuentre en paz, sin mancha ni culpa.
15 Tengan en cuenta que la paciencia con que nuestro Señor nos trata es para nuestra salvación. Acerca de esto también les ha escrito a ustedes nuestro querido hermano Pablo, según la sabiduría que Dios le ha dado.
16 En cada una de sus cartas él les ha hablado de esto, aunque hay en ellas puntos difíciles de entender que los ignorantes y los débiles en la fe tuercen, como tuercen las demás Escrituras, para su propia condenación.


Hay algo que resulta bastante vergonzoso de admitir para cualquiera que escribe o predica de la Palabra, y es que en realidad solamente podemos enseñar con autoridad aquello que nos fue dado, que sabemos y que practicamos; “según la sabiduría que Dios (nos) ha dado” y según lo que alcanzamos a vivir.

Entonces, si somos honestos en lo que proclamamos, resulta relativamente fácil descubrir cuáles son nuestros puntos fuertes y cuáles nuestros puntos débiles, aquello que más sabemos y aquello que no, qué estamos viviendo plenamente y qué todavía nos cuesta. Claro, uno siempre puede “mentir” en lo que escribe y hacer pasar una “unción prestada” como si fuera propia; y finalmente el Señor será fiel a Su Palabra, pero el impacto espiritual será mucho menor, si acaso lo hay.

Cuando escribimos conforme a lo que recibimos y vivimos podemos exponer las profundidades de la Sabiduría divina o quedarnos apenas en la playa del Océano de Dios, pero de cualquier forma serán aguas vivas del Espíritu. Puede ser que construyamos mucho o poco, pero siempre construiremos. Estamos “expuestos públicamente” en cierto sentido, nos hacemos vulnerables y alguien conocedor de la naturaleza humana podría utilizar esa información en nuestra contra.

Aquello de lo que hablamos es de lo que más sabemos, aquello de lo que no hablamos es de lo que no sabemos o no alcanzamos a vivir, o incluso algún área de pecado no solucionado todavía.

1 Pedro 4:10 RVC
10 Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones.

Es un error no ministrar conforme a lo que recibimos pensando que es incompleto, ¡todos los ministerios lo son! Es igualmente un error no ministrar pensando que tendremos errores, ¡solo Uno no los tuvo!

Por ello, es necesario que nos mantengamos humildes y abiertos a la corrección, pero si nos “encerramos en la cueva” esperando llegar al nivel de perfección tal que seamos completos y sin errores, pues permaneceremos encerrados hasta que venga Cristo y se lleve a Su Iglesia, de la cual seguramente ya habremos dejado de formar parte por nuestra cobardía y orgullo oculto.

Ahora bien, si el mejor ejemplo de ministerio que hay en todo el Nuevo Testamento, Pablo, no alcanzó toda la revelación ni todo el conocimiento ni toda la práctica de lo que recibió, ¿qué nos queda a nosotros? A pesar del gran espacio que ocupa en los escritos del Nuevo Pacto, también tenemos otros ejemplos, como Juan o Pedro, que nos traen revelaciones que no fueron pronunciadas por Pablo.

Hermanos, en el mejor de los casos lo que digamos tendrá “espacios vacíos”, revelaciones incompletas. Pero lo más probable es que también tenga algunos errores. NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE, tiene la revelación completa y perfecta, solo el Espíritu Santo. Por ello, lo mejor que podemos hacer no es llevar a la gente a “nuestro” mensaje o “nuestra” revelación, sino servir de “escalera” para que los hermanos puedan acercarse cada vez más al Padre, para que puedan entender cada vez mejor la Palabra y escuchar cada vez más fielmente la voz del Espíritu.

En ese proceso a veces podemos acompañarlos por un corto trecho, otras veces a lo largo de muchos kilómetros, pero nunca podemos ser los únicos, ¡y nunca debemos ser así considerados por nadie! Entiendo que los seres humanos nos “apegamos” fácilmente a otros y si alguien nos ministra con sus palabras tendemos a seguirlo de por vida. No digo que eso sea necesariamente malo, pero no debe ser lo único, y probablemente no durante todo el tiempo.

Tampoco puedo ser tan inocente de pensar que es tan fácil encontrar palabras sanas porque no lo es, pero no es imposible: el Señor guiará a Sus hijos hacia fuentes de agua viva, y esas fuentes son los maestros, profetas, pastores, apóstoles y evangelistas que están bebiendo de Su río.

Hermano, que las palabras que lees sirvan para te acerques cada vez más a LA PALABRA VIVA.



Danilo Sorti




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