Juan 16:12 RVC
12 »Aún tengo muchas cosas que decirles, pero
ahora no las pueden sobrellevar.
La palabra que aquí se traduce por
“sobrellevar” incluye también las ideas de soportar, sufrir, cargar un peso. Y
esto nos recuerda algo que el Padre había dicho mucho tiempo antes:
Éxodo 33:20 RVC
20 El señor dijo también: «Mi rostro no
podrás verlo, porque nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo.»
Una revelación tal no podía ser soportada, en
aquel tiempo, ni por Moisés. La historia se repitió varias veces, por ejemplo
con Isaías:
Isaías 6:5 RVC
5 Entonces dije yo: «¡Ay de mí! ¡Soy hombre
muerto! ¡Mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos, aun cuando soy
un hombre de labios impuros y habito en medio de un pueblo de labios también
impuros!»
Aun la misma presencia de un ángel glorioso
produjo un efecto parecido:
Daniel 10:17-18 RVC
17 ¿Cómo podré hablar con mi señor, si soy su
humilde siervo?» ¡Y es que al instante me faltaron las fuerzas, y me quedé sin
aliento!
18 Pero aquel que tenía semejanza de hombre
me tocó otra vez, me dio nuevas fuerzas,
Siglos después, el apóstol Juan, que había
conocido al Señor en vida no pudo soportar su nuevo aspecto glorificado:
Apocalipsis 1:17 RVC
17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto.
Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: «No temas. Yo soy el primero
y el último,
Así es, la manifestación visible del Trino
Dios es demasiado para cualquier mortal, aún los santos fieles, porque Su
presencia comunica inmediatamente todo lo que es, y en especial Su santidad,
que está tan lejos de nosotros. Por eso el Santo solucionó el problema haciéndose
como uno de nosotros:
Juan 14:9 RVC
9 Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que
estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre; ¿cómo entonces dices: “Muéstranos al Padre”?
Aunque dejó bien en claro la revelación que
habían tenido hasta ese momento era incompleta:
Juan 16:12-13 RVC
12 »Aún tengo muchas cosas que decirles, pero
ahora no las pueden sobrellevar.
13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad,
él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de venir.
Poco rato antes, Felipe le estaba pidiendo a
Jesús poder ver al Padre, el Señor le responde en dos etapas: primero, ya lo
habían visto a través de Su Mesías, segundo, no podían “ver” más todavía, pero
sí más adelante.
“Ver” al Eterno, es decir, recibir revelación
de lo que Él es y de Sus planes, es lo que (además de otras cosas) nos da el
entendimiento y la seguridad para vivir en estos tiempos tan difíciles, evita
que seamos seducidos por el mayor poder de engaño que ha habido sobre esta
tierra, y nos permite ser verdaderamente libres, vencer y ayudar a liberar a
nuestros hermanos. No alcanzar a “ver” con claridad al Señor no necesariamente
nos va a condenar al infierno, pero nos expondrá a más engaños y peligros, e
impedirá que seamos todo lo útiles que podemos ser para la obra del Reino en
este tiempo crucial.
Habría mucho para hablar sobre cómo crecemos
en el conocimiento de Dios (a través de la fe y la obediencia, antes que el
estudio), pero no me voy a enfocar en eso, sino en la consecuencia de ese
conocimiento tal como la expresé en el párrafo anterior. Es decir: queremos
tener sabiduría para vivir, queremos ver el poder del Altísimo obrando, queremos
ministrar con unción y que el Espíritu se mueva, pero ¿podremos soportar el
mayor peso de la revelación?
Hermanos, el “peso” de la revelación no es
(para nosotros en este tiempo) algo demasiado extraño o complejo de entender,
sino que tiene que ver con la parte “menos agradable” de la revelación: la
profundidad de la santidad de Dios, Su justicia, la profundidad del pecado y la
maldad soltada sobre esta tierra para la cual hay una gracia y una justicia
mucho más profunda aún, y algo más terrible que todo eso: la profundidad de Su
amor, que llega a exponer cada una de nuestras intenciones y motivaciones y las
iniquidades que arrastramos, aún todo aquello que jamás ha subido a nuestra
mente “consciente” y que ofrece perdón y amor inmerecido para el arrepentido,
imposible de pagar, absoluta gracia por toda la eternidad.
Podemos cantar, podemos orar y hacer
vigilias, podemos obtener varios Doctorados en Teología, pero en el mejor de
los casos son sólo herramientas que nos pueden llevar a “ver” al Trino Dios,
¿podremos soportar esa vista? Es decir, ¿estamos dispuestos a soportarla? El
verdadero problema de “ver” o “no ver” a Dios es realmente estar dispuestos a
soportar que se nos sean reveladas tanto las profundidades del Señor como las
profundidades de nuestra condición caída y de Su misericordia redentora. Y
soportarlo una vez, y caer desmayados a Sus pies. Y soportarlo otra vez para
volver a caer a Sus pies. Y así hasta que podamos permanecer de pie, habiendo
sido lavados y regenerados, y poder así ministrar en Su presencia.
Que el Señor nos permita entender cuán
importante es todo esto.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario