domingo, 13 de agosto de 2017

119. Nada reemplaza a la Palabra de Dios

2 Timoteo 3:16-17 RVC
16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hay mensajes muy profundos que podemos dar, hay tesoros de conocimientos que el Espíritu está revelando en este tiempo y que nos pueden llevar a bucear en lo más hondo de las realidades espirituales conocidas (hasta hoy). Pero ningún buceo en “aguas profundas” es seguro si el “buzo” no permanece conectado a un lugar inconmovible: la Palabra de Dios.

Llega un momento en que los versículos bíblicos parecen “demasiado simples” y empezamos a explayarnos utilizando otras herramientas: psicología, historia, teología… Y una tentación  más sutil: utilizar profecías y revelaciones, por más genuinas que sean. Claro que ningún predicador o maestro va a decir esto con todas las letras, formalmente siempre ponemos a la Biblia por encima de otra autoridad porque, al fin y al cabo, es lo que nos “diferencia”.

Aquí estamos de nuevo en una “línea delgada” ya que por un lado es válido utilizar todas estas herramientas y más (por ejemplo, los conocimientos de la Física, o la Biología, o la Matemática, por ejemplo) pero por otro nunca hay que perder de vista que son auxiliares, solo ayudas en lo que al Camino de la Salvación se refiere. Son valiosas y necesarias, porque el Espíritu no repite (o no mucho) en Su Palabra lo que está “escrito” en otra parte, por ejemplo, en el mundo natural, obra del Creador que refleja Su Esencia.

Como vivimos en un tiempo de gran aumento del conocimiento, tanto natural como espiritual, es por demás de fácil dejarse llevar por lo nuevo que el Señor está mostrando y desprendernos del ancla segura. Es un proceso gradual, muy sutil al principio, y que probablemente no incluya ningún error teológico en esos primeros pasos, sólo el “muy pequeño” de prestar más atención a lo que el profeta Fulano o el apóstol Mengano dicen respecto de una doctrina que lo que la misma Biblia dice. Repito, probablemente no haya aquí ningún error grave, y lo que esos siervos digan sea verdad (según el conocimiento que tienen), pero el problema consiste en prestarles más atención a ellos y pasar más tiempo con sus palabras que con Su Palabra.

A veces se ha comparado a la Biblia como una “mina de oro”, tanto por la riqueza que contiene como por el esfuerzo necesario para obtenerla. La lectura o el estudio de la Palabra puede dejarnos bastante frustrados, porque finalmente no alcanzamos a ver más de lo que ya sabemos o nos enseñaron sobre el tema que estemos buscando. Aquí es donde precisamente se ve el valor de los ministerios que el Señor dio a Su Iglesia: el profeta nos va a dar nuevas líneas o paradigmas para interpretar lo que leemos, va a completar y actualizar los cuadros proféticos para que se ajusten cada vez más a la realidad; el maestro nos dará esquemas y estructuras ordenadas que, como un esqueleto, servirán para ir añadiendo el resto del cuerpo, el evangelista nos mostrará a Cristo en cada página, para que nunca lo perdamos de vista, el pastor sacará a luz el amor, la paciencia y la misericordia divina, el apóstol nos llevará a pensar en proyectos y avances sobre territorios naturales y espirituales; y todos los otros dones y ministerios aportarán un particular enfoque sobre la Palabra, trayendo ideas y conceptos en los que no pensábamos.

Pero todos estos finalmente nos llevarán a la Palabra Escrita, que junto con La Palabra Viva brotarán como un río con entendimiento y revelación fresca, nuevas cada día, más profundas con cada oportunidad.

Si luego de escuchar a un ministro no tenemos ganas de ir a la Biblia y a escuchar la voz del Espíritu para conocer más, hay un problema. Si la revelación que recibimos ya es “suficiente”, ya nos “satisface”, tenemos un problema. Si lo que escuchamos está “completo y perfecto” sin nada más que agregar, ¡tenemos otro serio problema!

Hay muchos pasajes que nos hablan de la importancia y la centralidad de la Palabra de Dios. En siglos pasados se tomaba a la Biblia como un libro de ciencia, de filosofía, de historia, etc. Eso fue una exageración, porque si bien habla de todo eso, no es su objetivo. En el presente, la Biblia puede quedar muy fácilmente tapada bajo una montaña de palabras y revelaciones. ¡Es tan fácil para nosotros escribir y publicar hoy!

Hermanos, todo lo que enseñamos, todo lo que predicamos, todo lo que profetizamos debe servir para que los creyentes busquen más intensamente a Dios, para que lo conozcan mejor, sí, pero para que al conocerlo mejor, puedan acercarse más a Él. Y es tan fácil NO hacerlo.

¡Señor, danos la gracia para mantener en todo momento Tu Palabra y Tu Voz en el centro de nuestras propias vidas y de lo que enseñamos!



Danilo Sorti




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