domingo, 13 de agosto de 2017

122. Libertad espiritual

Juan 8:31-32 RVC
31 Entonces Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos;
32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.»


Hace unos días escuché un mensaje en donde se hablaba de este pasaje y me pareció tan importante, por lo que quiero compartir algunas de esas ideas. Yo sé que alguno puede pensar que esto va a ser un “plagio”, pero bueno, finalmente, el Único que tiene derecho de copyright sobre todo lo que escribimos o decimos no es otro que el Señor.

Es bastante frecuente dentro del ámbito cristiano pensar que una vez que nos convertimos “ya está”, ya somos libres, ya lo viejo pasó, ya podemos avanzar sin problemas en la nueva vida. Pero la práctica harto demuestra que no es así, es más, cristianos de años suelen mantener tremendas ataduras. ¿Qué es lo que pasa? ¿Falla Cristo o no hubo una genuina conversión? Aquí se explica.

En estos dos versículos vemos una sucesión de pasos hasta llegar a la libertad:

1°: creer en Jesús. Es claro que se trata del primer paso, no hay tal cosa como vida cristiana antes de eso.

2°: permanecer en Su palabra, es decir, conocer Sus palabras. Aquí nos referimos a la Biblia principalmente, y a las palabras proféticas o ministraciones que puede traer el Espíritu a través de los hermanos en segundo lugar. Invertir el orden (por demás de común hoy) no es permanecer en Su palabra. “Permanecer” implica tiempo, proceso, resistir en momentos difíciles, esfuerzo en conocer más. No es instantáneo, no se resuelve con unas pocas charlas.

3°: llegar a ser verdadero discípulo. El discípulo no solo conoce la enseñanza del Maestro, sino que también lo obedece. Hoy la mayoría de los cristianos está preocupado por estar “sujeto” al pastor adecuado (y la mayoría de los pastores están preocupados porque les estén sujetos, aunque no sean los más adecuados…) y el telón de fondo cada vez que se trata el tema de la obediencia es la obediencia al pastor. Pero el Señor no tiene discípulos de segunda mano, y no necesita intermediarios para hablarnos a nuestro corazón. El que es discípulo de hombre no ha llegado a este nivel.

4°: conocer la verdad. Está claro que no se trata de un conocimiento intelectual, porque eso venía antes. Es un conocimiento profundo, vivencial, que no reniega del intelectual sino que se fundamenta en aquel pero llega hasta el espíritu. Conocer la verdad no es más que llegar a conocer al que es La Verdad, es decir, llegar a conocer a Cristo, a tener una relación viva, directa y profunda con él, no de “segunda mano”, no a través de maestros o profetas.

5°: disfrutar de la libertad. Y esto solo viene en plenitud una vez que hayamos conocido a Cristo.

Hay un tiempo, un proceso. Creer en Cristo es el primer paso y por supuesto que empezamos a ser liberados de muchas cosas desde el inicio, pero llegar a la libertad más plena implica recorrer todo el camino. Mientras tanto, las amarras que permanecen en nosotros cumplen una función importantísima: recordarnos que aún tenemos que acercarnos más al Señor. De hecho, creo que Dios permite que esas amarras permanezcan para sigamos avanzando en el proceso, porque sino seguro que nos estancaríamos en las primeras etapas.

Por un lado, no podemos predicar un Evangelio facilista; por otro, tampoco debemos creerlo. Pero el camino no es imposible de transitar, ni requiere nada especial de nosotros a no ser nuestra voluntad, ¡y absolutamente todos pueden tener voluntad! Toda la ayuda que necesitamos está ahí, disponible, a la distancia de una oración sincera.

Hermanos, el clamor del Espíritu a medida que el tiempo se termina es que seamos libres, que avancemos hacia la completa libertad porque solo así podremos liberar a otros antes del fin.



Danilo Sorti




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