Juan 8:31-32 RVC
31 Entonces Jesús dijo a los judíos que
habían creído en él: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente
mis discípulos;
32 y conocerán la verdad, y la verdad los
hará libres.»
Hace unos días escuché un mensaje en donde se
hablaba de este pasaje y me pareció tan importante, por lo que quiero compartir
algunas de esas ideas. Yo sé que alguno puede pensar que esto va a ser un
“plagio”, pero bueno, finalmente, el Único que tiene derecho de copyright sobre
todo lo que escribimos o decimos no es otro que el Señor.
Es bastante frecuente dentro del ámbito
cristiano pensar que una vez que nos convertimos “ya está”, ya somos libres, ya
lo viejo pasó, ya podemos avanzar sin problemas en la nueva vida. Pero la
práctica harto demuestra que no es así, es más, cristianos de años suelen
mantener tremendas ataduras. ¿Qué es lo que pasa? ¿Falla Cristo o no hubo una
genuina conversión? Aquí se explica.
En estos dos versículos vemos una sucesión de
pasos hasta llegar a la libertad:
1°: creer en Jesús. Es claro que se trata del
primer paso, no hay tal cosa como vida cristiana antes de eso.
2°: permanecer en Su palabra, es decir,
conocer Sus palabras. Aquí nos referimos a la Biblia principalmente, y a las
palabras proféticas o ministraciones que puede traer el Espíritu a través de
los hermanos en segundo lugar. Invertir el orden (por demás de común hoy) no es
permanecer en Su palabra. “Permanecer” implica tiempo, proceso, resistir en
momentos difíciles, esfuerzo en conocer más. No es instantáneo, no se resuelve
con unas pocas charlas.
3°: llegar a ser verdadero discípulo. El
discípulo no solo conoce la enseñanza del Maestro, sino que también lo obedece.
Hoy la mayoría de los cristianos está preocupado por estar “sujeto” al pastor
adecuado (y la mayoría de los pastores están preocupados porque les estén
sujetos, aunque no sean los más adecuados…) y el telón de fondo cada vez que se
trata el tema de la obediencia es la obediencia al pastor. Pero el Señor no
tiene discípulos de segunda mano, y no necesita intermediarios para hablarnos a
nuestro corazón. El que es discípulo de hombre no ha llegado a este nivel.
4°: conocer la verdad. Está claro que no se
trata de un conocimiento intelectual, porque eso venía antes. Es un
conocimiento profundo, vivencial, que no reniega del intelectual sino que se
fundamenta en aquel pero llega hasta el espíritu. Conocer la verdad no es más
que llegar a conocer al que es La Verdad, es decir, llegar a conocer a Cristo,
a tener una relación viva, directa y profunda con él, no de “segunda mano”, no
a través de maestros o profetas.
5°: disfrutar de la libertad. Y esto solo
viene en plenitud una vez que hayamos conocido a Cristo.
Hay un tiempo, un proceso. Creer en Cristo es
el primer paso y por supuesto que empezamos a ser liberados de muchas cosas
desde el inicio, pero llegar a la libertad más plena implica recorrer todo el
camino. Mientras tanto, las amarras que permanecen en nosotros cumplen una
función importantísima: recordarnos que aún tenemos que acercarnos más al
Señor. De hecho, creo que Dios permite que esas amarras permanezcan para
sigamos avanzando en el proceso, porque sino seguro que nos estancaríamos en
las primeras etapas.
Por un lado, no podemos predicar un Evangelio
facilista; por otro, tampoco debemos creerlo. Pero el camino no es imposible de
transitar, ni requiere nada especial de nosotros a no ser nuestra voluntad, ¡y
absolutamente todos pueden tener voluntad! Toda la ayuda que necesitamos está
ahí, disponible, a la distancia de una oración sincera.
Hermanos, el clamor del Espíritu a medida que
el tiempo se termina es que seamos libres, que avancemos hacia la completa
libertad porque solo así podremos liberar a otros antes del fin.
Danilo Sorti
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