domingo, 13 de agosto de 2017

123. La función de la iglesia en el mundo

Mateo 28:18-20 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» Amén.


Entre muchos cristianos suele existir confusión respecto de la función de la iglesia en este tiempo, ¿para qué estamos?

Los seguidores del “evangelio de la prosperidad” piensan que estamos para ser felices, pasarla bien y tener bienes materiales. Bueno, eso no está mal, pero en los tiempos que se avecinan difícilmente seamos “felices” (aunque nada puede quitarnos el gozo del Señor), la “pasemos bien” (porque a través de muchas aflicciones es necesario que entremos en el Reino de Dios) o tengamos bienes materiales (aunque podemos hacer enormes riquezas en el cielo).

Otros se preocupan por crecer en sus vidas cristianas, conocer más a Dios, avanzar en el camino de la santidad. Y eso me parece bárbaro, pero si mantengo mi relación con Dios para conmigo mismo y no soy capaz de llevar esas riquezas a los incrédulos o a los hermanos, ¿de qué me sirve? ¿Para qué quiero avanzar en justicia y santidad si mi luz no alumbra a nadie? ¿Realmente querrá Dios permitir que yo crezca espiritualmente para quedarme encerrado en mi cueva llena de luz?

Algunos se dedican a la adoración, otros a las buenas obras, otros a estudiar la Palabra… Y nada de eso está necesariamente mal, pero nada de eso es el centro del propósito de Dios para Su Iglesia.

Recordemos que cuando el Señor deja a Sus mensajeros, lo hace en el contexto de un plan “frustrado”: que Israel aceptara al Mesías enviado, lo cual abrió un paréntesis de dos mil años, y el objetivo central de esta nueva comunidad era anunciar el mensaje y hacer discípulos. Esto no quiere decir que todos deben dedicarse a evangelizar o a formar a los nuevos  creyentes, sino que la Iglesia, como todo, debe hacerlo.

Cualquier iglesia que sólo se concentre en un aspecto de este plan estará parcialmente desviada del propósito. Aunque también es cierto, según entiendo, que el Espíritu da “especialidades” a las distintas congregaciones. Esto es bien visible: cualquier iglesia que tenga una búsqueda genuina va a tener algunos ministerios fuertes, algún enfoque prioritario. Las iglesias que son mera copia de otra (más grande) son nada más que eso: grises fotocopias.

Estas “especializaciones”, sin embargo, no deberían opacar el cuadro general: cumplir la Gran Comisión (que algunos dicen que se transformó en la “Gran Omisión”). Si el Señor nos da algún ministerio en especial, es para compartirlo con otras congregaciones, a fin de que todos alcancemos la meta.

Hermanos, cuando cualquier cosa que no sea acabar con la obra comisionada por Cristo se transforma en la principal preocupación de la iglesia y de nuestras vidas, estamos errando al blanco. Dentro de ese plan cada grupo cristiano y cada cristiano individual tendrá un rol, que a veces puede parecer muy “alejado” de la Gran Comisión, pero que si está dentro del propósito del Señor, no lo será.

Oremos que el Señor nos dé el entendimiento para reenfocarnos en ese propósito.



Danilo Sorti




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