Mateo 28:18-20 RVC
18 Jesús se acercó y les dijo: «Toda
autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, vayan y hagan discípulos en
todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo.
20 Enséñenles a cumplir todas las cosas que
les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del
mundo.» Amén.
Entre muchos cristianos suele existir
confusión respecto de la función de la iglesia en este tiempo, ¿para qué
estamos?
Los seguidores del “evangelio de la
prosperidad” piensan que estamos para ser felices, pasarla bien y tener bienes
materiales. Bueno, eso no está mal, pero en los tiempos que se avecinan
difícilmente seamos “felices” (aunque nada puede quitarnos el gozo del Señor),
la “pasemos bien” (porque a través de muchas aflicciones es necesario que
entremos en el Reino de Dios) o tengamos bienes materiales (aunque podemos
hacer enormes riquezas en el cielo).
Otros se preocupan por crecer en sus vidas
cristianas, conocer más a Dios, avanzar en el camino de la santidad. Y eso me
parece bárbaro, pero si mantengo mi relación con Dios para conmigo mismo y no
soy capaz de llevar esas riquezas a los incrédulos o a los hermanos, ¿de qué me
sirve? ¿Para qué quiero avanzar en justicia y santidad si mi luz no alumbra a
nadie? ¿Realmente querrá Dios permitir que yo crezca espiritualmente para
quedarme encerrado en mi cueva llena de luz?
Algunos se dedican a la adoración, otros a
las buenas obras, otros a estudiar la Palabra… Y nada de eso está
necesariamente mal, pero nada de eso es el centro del propósito de Dios para Su
Iglesia.
Recordemos que cuando el Señor deja a Sus
mensajeros, lo hace en el contexto de un plan “frustrado”: que Israel aceptara
al Mesías enviado, lo cual abrió un paréntesis de dos mil años, y el objetivo
central de esta nueva comunidad era anunciar el mensaje y hacer discípulos. Esto
no quiere decir que todos deben dedicarse a evangelizar o a formar a los
nuevos creyentes, sino que la Iglesia,
como todo, debe hacerlo.
Cualquier iglesia que sólo se concentre en un
aspecto de este plan estará parcialmente desviada del propósito. Aunque también
es cierto, según entiendo, que el Espíritu da “especialidades” a las distintas
congregaciones. Esto es bien visible: cualquier iglesia que tenga una búsqueda
genuina va a tener algunos ministerios fuertes, algún enfoque prioritario. Las
iglesias que son mera copia de otra (más grande) son nada más que eso: grises
fotocopias.
Estas “especializaciones”, sin embargo, no
deberían opacar el cuadro general: cumplir la Gran Comisión (que algunos dicen
que se transformó en la “Gran Omisión”). Si el Señor nos da algún ministerio en
especial, es para compartirlo con otras congregaciones, a fin de que todos
alcancemos la meta.
Hermanos, cuando cualquier cosa que no sea
acabar con la obra comisionada por Cristo se transforma en la principal
preocupación de la iglesia y de nuestras vidas, estamos errando al blanco.
Dentro de ese plan cada grupo cristiano y cada cristiano individual tendrá un
rol, que a veces puede parecer muy “alejado” de la Gran Comisión, pero que si
está dentro del propósito del Señor, no lo será.
Oremos que el Señor nos dé el entendimiento
para reenfocarnos en ese propósito.
Danilo Sorti
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