lunes, 14 de agosto de 2017

133. Sólo apariencia de santidad

Colosenses 2:22-23 RVC
22 Esos preceptos se ciñen a mandamientos y doctrinas humanas, y todas ellas son cosas que se destruyen con el uso.
23 Sin duda, tales cosas pueden parecer sabias en cuanto a la religiosidad sumisa y el duro trato del cuerpo, pero no tienen ningún valor contra los apetitos humanos.


El engaño de siempre sigue siendo el mismo engaño de hoy: cambiar los preceptos divinos por mandatos humanos. Siempre ha tenido éxito.

Hay varias razones, la principal tiene que ver con nuestra propia concupiscencia, es decir, los malos deseos de nuestro interior que finalmente no quieren los principios divinos pero van a aceptar de buen grado los mandatos humanos, que son satánicos. Sin embargo, el Espíritu se esfuerza para que esto no ocurra, ¿de qué manera se introducen? Paulatinamente, de acuerdo a ciertas estrategias.

Es fácil ver algunas iglesias históricas claramente desviadas de la verdad o algunas llamadas sectas y señalar una serie de doctrinas humanas que se introdujeron en el pasado y fueron aceptadas. No es tan fácil reconocer los mandatos humanos cuando recién se están metiendo aquí y ahora.

En muchos aspectos, la forma de introducir el engaño no es nada inventado exclusivamente para desviar a la iglesia, sino que es una estrategia en pleno auge en todo el mundo. Aunque no me voy a explayar sobre el tema, el lector puede leer mucho material al respecto, pero algo que es fácil de encontrar resumido en la Web son “Las 10 estrategias de manipulación mediática” de Noam Chomsky, pero recomiendo mucho que se lea a la luz del Espíritu.

Aquí voy a hablar de uno de los aspectos que relata Chomsky en su trabajo y es la “gradualidad”, algo tan fácil de entender que no creo requiera muchas explicaciones. En esencia, así como “nada nace grande” tampoco una mentira.

Introducir una gran herejía de golpe (me refiero a que sea aceptada) requiere un contexto muy particular, fundamentalmente una situación de caos y desesperación en la gente, que la lleve a estar profundamente conmovida y abierta a algo que al menos parezca ofrecerles una solución, o cuyo rechazo signifique una seria amenaza a la supervivencia. Normalmente las grandes herejías se pueden introducir en el momento de la conversión o de la educación de los niños, que es cuando más abierta están las personas. Después de eso hace falta mucho más esfuerzo.

Por eso, empezar con algo solo “apenas” desviado es muchísimo más fácil. De hecho, como seres humanos, nuestras palabras y enseñanzas nunca estarán cien por ciento ajustadas a la Verdad, por más tiempo que hayamos caminado con el Señor, nada de lo que digamos o hagamos estará absolutamente libre de error. La clave está en nuestra actitud (nuestra y de los que nos escuchan o siguen): o permanecemos siempre humildes dispuestos a corregir lo que haga falta cuando nos sea revelado o nos endurecemos en una posición y crecemos en el error.

Potencialmente, cualquier cristiano o líder tiene la potencialidad de desarrollar una herejía, al igual que una profunda verdad de Dios. Pero volvamos a nuestro tema: las doctrinas humanas se introducen lentamente luego de que el Espíritu haya traído un avivamiento, aunque algunas siempre se arrastran de antes. Y al principio solo pueden parecer un exceso de énfasis en alguna verdad bíblica: reforzar algunos temas, relegar otros, introducir un poquitito de error, tolerar (sólo por un tiempo) al que piense distinto mientras se sigue difundiendo el error. De a poco se va construyendo el engaño.

Ahora bien, hay distintos modelos de engaño. Hoy en día para la mayoría que se llama cristiano pero no ha tenido un arrepentimiento genuino ni una conversión verdadera el engaño es por demás de fácil. Más difícil es para los cristianos genuinos, y ahí es donde resulta importante el pasaje que leímos de Colosenses, porque las formas de engaño son las que pueden “parecer sabias en cuanto a la religiosidad sumisa y el duro trato del cuerpo”.

Para muchos llamados cristianos el engaño hoy es precisamente el que les permite disfrutar todo lo que quieran de los placeres sensuales. Para los santos, como reacción a eso, el engaño es aquello que va en contra del libertinaje y la comodidad. ¡Pero esto tampoco es un error nuevo!

Si mi religiosidad está centrada en “hacer morir la carne” (y vaya uno a saber qué entienden los cristianos por “carne”…) realmente estoy en un error, mi vida espiritual está centrada en Cristo, en recibir primero su amor para poder amar luego, en conocerlo, y luego, como consecuencia, en obedecerle fielmente. El error es centrarse en una religiosidad individualista, por más que parezca piadosa.

Sin caer en exageraciones, las prácticas de esta religiosidad pueden ser: juntarse a orar a las 5 de la mañana cuando los hermanos tienen un día de trabajo extenuante; exigirse a ofrendar más allá de las posibilidades (cuando el Espíritu no lo dijo individualmente), organizar reuniones que terminen demasiado tarde siempre, y otras tantas cosas menos sutiles.

Claro, no hay ningún problema con orar de madrugada ni con ofrendar con generosidad ni con alabar al Señor durante horas, o con abstenerse de algunos alimentos, o guardar días u horarios, o muchas otras cosas, en la medida que el Señor lo marque específicamente y como un medio para acercarnos a él, pero hay un grave problema cuando eso es parte de nuestra medida de santidad. Nada de eso nos hace más santos, a lo sumo, más religiosos, pero no nos acerca al Señor. Puede hacernos más efectivos en aprovechar momentos claves (orar en determinados días, ayunar en ciertos momentos, hacer vigilias en ciertas oportunidades) y hay que aprovecharlo, repito, si el Señor nos manda algo de eso no debemos desobedecerle, pero nada de eso mejora nuestra santidad por sí mismo, y cuando dejan de fluir espontáneamente (por el Espíritu) para convertirse en reglas eclesiásticas, estamos en problemas.

Sutiles desviaciones, que transforman indicaciones puntuales del Espíritu en prácticas continuas, desviando la mirada de Cristo y volviéndola hacia mi propia santidad, constituyen un primer paso de engaño para muchos santos fieles, demasiado cerca de la verdad como para ser descubierto, demasiado gradual como para ser ostentosamente falso. Pero no hay nada que el Espíritu no pueda mostrarnos y que en este tiempo no sea claramente visible para todo aquel que quiera hacer Su voluntad.

¡Señor, ilumina nuestro entendimiento y líbranos de los engaños más sutiles!


Danilo Sorti



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