1 Timoteo 4:1-2 RV1995
1 Pero el Espíritu dice claramente que, en
los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus
engañadores y a doctrinas de demonios,
2 de hipócritas y mentirosos, cuya conciencia
está cauterizada.
Limpiar al pueblo de Dios de los falsos
maestros es quizás la principal labor del Espíritu Santo en estos tiempos;
¿cómo podría mandar un avivamiento e introducir a los creyentes la Iglesia si
la mayoría de las congregaciones están seriamente contaminadas, y las que no,
han quedado muy heridas por la acción de estos perros?
Por ello, es fundamental que nos dediquemos a
este trabajo hoy, con urgencia; con amor pero con verdad, sin herir
innecesariamente pero con absoluta claridad. Sé que algunos van a estar en
desacuerdo con esto: quizás quieran mantener la paz y la unidad a toda costa,
pero no es posible unir al pueblo de Dios por medio de asquerosos ardides
“políticos”, solo por la Verdad. Algunos no creen que haya tal cosa como una
inundación de mentira y falsas doctrinas, espero que reciban la luz antes de
que sea tarde. Otros estarán temerosos, pensando que estos “grandes personajes
mediáticos” tienen algún poder de parte de Dios, lo cual es falso. No es falso
que tengan poder, pero no es precisamente por el Espíritu, por lo tanto, el que
está en nosotros es más fuerte que el que está en ellos.
El “plan de lucha” de esta guerra es muy
simple: hacer brillar claramente la verdad de la Palabra para que la luz disipe
las tinieblas y la mentira quede expuesta sin escondite posible. Y una de estas
fortalezas de oscuridad son los “hipócritas absolutos”.
Muchos cristianos suelen ser demasiado cándidos,
y en su inocencia creen las fantasías que anuncian estos mentirosos. Lo sé
porque a mí me pasó más de una vez en mi historia. En el fondo hay un grave
pecado aquí, ¿cuál es? Sencillamente darle más crédito a mi propia conciencia,
a mis propias “buenas ideas”, a mis propios criterios para juzgar que a la voz
del Espíritu. Esto se materializa cuando aceptamos a determinadas personas y a
su mensaje sin preocuparnos siquiera por buscar en oración la voz del Espíritu,
¡y cuántas veces lo hacemos!
Podemos entender que la gente mienta, que
exagere la verdad, que tenga intenciones ocultas, ¿pero que llegue a construir
un personaje absolutamente falso? ¿Es posible que gente que (aparentemente)
conoce tan bien la Biblia, que predica todos los días, que organiza grandes
reuniones o eventos, y que incluso hace milagros, sean hipócritas, falsos,
absolutamente mentirosos? Bueno, no solo es posible, sino también frecuente.
Mateo 7:22-23 RVC
22 En aquel día, muchos me dirán: “Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y
en tu nombre hicimos muchos milagros?”
23 Pero yo les diré claramente: “Nunca los
conocí. ¡Apártense de mí, obreros de la maldad!”
Notemos la palabra “muchos”. ¡No fueron pocos
los que incluso llegaron a manifestar dones espirituales en nombre de Cristo!
Pero jamás estuvieron escritos en el Libro de la Vida, o si acaso lo
estuvieron, muy rápidamente fueron borrados.
La “hipocresía absoluta” es posible, y el
Nuevo Testamento habla bastante de estas personas. La “inocencia” cristiana no
quiere ver lo evidente, y prefiere creer bonitas historias y seguir a hombres y
mujeres “exitosos y poderosos”. Hermanos, como dije más arriba, ¡eso es pecado!
Siempre lo fue, pero hoy, teniendo a nuestra disposición, y tan solo a un
“clic” de distancia, tanta y tanta información y palabra verdadera del
Espíritu, ¡es un gravísimo pecado!, ya que al pecado de la necedad y el orgullo
(de creer que nuestro propio criterio es suficiente) se agrega el pecado de la
pereza y la apatía (al no esforzarse en buscar la verdad).
¿Por qué puede llegar a existir la
“hipocresía absoluta” en el pueblo de Dios? Sobre la hipocresía en sí hay mucho
material escrito por los psicólogos y puede ser muy útil; la hipocresía
espiritual no escapa a esos principios, pero, además, creo que aparece otro
hecho más terrible aún: cuando la persona sabe que está definitivamente
condenada, en lo profundo de su alma (y puede no ser plenamente consciente de
ello), ¿qué más da?
Si al fin y al cabo ya fue “desechada”, si
realmente ya no puede esperar nada de Dios, si “Dios le falló terriblemente”,
¿por qué no aprovecharse de los dones que ese “Dios injusto” le dio y de los
tontos cristianos?
Yo no sé si este sentido profundo de
condenación está en la base de cada hipócrita absoluto, pero es posible, y
podría muy bien explicar ese comportamiento. La gran mayoría de las personas no
experimentan esto y no pueden entender, en base a su propio criterio, que esto
sea posible. Realmente necesitamos fe para aceptarlo, y es medio extraño
decirlo de esta forma. Hablamos de la fe en relación a recibir un milagro o una
promesa del Señor, ¿pero “fe” para aceptar que existen “perfectos hipócritas”?
Bueno, sí.
En el preciso momento en que abrimos nuestra
mente a la posibilidad que existan tales personas, sólo a partir de ese
momento, el Espíritu mismo se encargará de darnos las pistas y la información
necesaria para que los descubramos y salgamos de la mentira. Mientras queramos
seguir viviendo en una “bonita ilusión”, no esperemos ni la más mínima
revelación.
Como siempre, espero que esto no genere
ningún “manto de sospecha” sobre todos y cada uno de los líderes del pueblo de
Dios: puede ser que algunos estén equivocados, ellos mismos engañados, pero no
necesariamente son hipócritas. Puede ser que sean imperfectos, que estén
todavía en proceso; eso no los convierte en hipócritas. Aclaremos: hipócritas
son los que lo son, aquellos cuyo corazón se ha contaminado (quizás)
irreversiblemente, aún cuando todavía no lo manifiesten en su plenitud. ¡Que el
Señor nos ayude a discernirlos!
Danilo Sorti
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