viernes, 18 de agosto de 2017

161. La hipocresía absoluta

1 Timoteo 4:1-2 RV1995
1 Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios,
2 de hipócritas y mentirosos, cuya conciencia está cauterizada.


Limpiar al pueblo de Dios de los falsos maestros es quizás la principal labor del Espíritu Santo en estos tiempos; ¿cómo podría mandar un avivamiento e introducir a los creyentes la Iglesia si la mayoría de las congregaciones están seriamente contaminadas, y las que no, han quedado muy heridas por la acción de estos perros?

Por ello, es fundamental que nos dediquemos a este trabajo hoy, con urgencia; con amor pero con verdad, sin herir innecesariamente pero con absoluta claridad. Sé que algunos van a estar en desacuerdo con esto: quizás quieran mantener la paz y la unidad a toda costa, pero no es posible unir al pueblo de Dios por medio de asquerosos ardides “políticos”, solo por la Verdad. Algunos no creen que haya tal cosa como una inundación de mentira y falsas doctrinas, espero que reciban la luz antes de que sea tarde. Otros estarán temerosos, pensando que estos “grandes personajes mediáticos” tienen algún poder de parte de Dios, lo cual es falso. No es falso que tengan poder, pero no es precisamente por el Espíritu, por lo tanto, el que está en nosotros es más fuerte que el que está en ellos.

El “plan de lucha” de esta guerra es muy simple: hacer brillar claramente la verdad de la Palabra para que la luz disipe las tinieblas y la mentira quede expuesta sin escondite posible. Y una de estas fortalezas de oscuridad son los “hipócritas absolutos”.

Muchos cristianos suelen ser demasiado cándidos, y en su inocencia creen las fantasías que anuncian estos mentirosos. Lo sé porque a mí me pasó más de una vez en mi historia. En el fondo hay un grave pecado aquí, ¿cuál es? Sencillamente darle más crédito a mi propia conciencia, a mis propias “buenas ideas”, a mis propios criterios para juzgar que a la voz del Espíritu. Esto se materializa cuando aceptamos a determinadas personas y a su mensaje sin preocuparnos siquiera por buscar en oración la voz del Espíritu, ¡y cuántas veces lo hacemos!

Podemos entender que la gente mienta, que exagere la verdad, que tenga intenciones ocultas, ¿pero que llegue a construir un personaje absolutamente falso? ¿Es posible que gente que (aparentemente) conoce tan bien la Biblia, que predica todos los días, que organiza grandes reuniones o eventos, y que incluso hace milagros, sean hipócritas, falsos, absolutamente mentirosos? Bueno, no solo es posible, sino también frecuente.

Mateo 7:22-23 RVC
22 En aquel día, muchos me dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”
23 Pero yo les diré claramente: “Nunca los conocí. ¡Apártense de mí, obreros de la maldad!”


Notemos la palabra “muchos”. ¡No fueron pocos los que incluso llegaron a manifestar dones espirituales en nombre de Cristo! Pero jamás estuvieron escritos en el Libro de la Vida, o si acaso lo estuvieron, muy rápidamente fueron borrados.

La “hipocresía absoluta” es posible, y el Nuevo Testamento habla bastante de estas personas. La “inocencia” cristiana no quiere ver lo evidente, y prefiere creer bonitas historias y seguir a hombres y mujeres “exitosos y poderosos”. Hermanos, como dije más arriba, ¡eso es pecado! Siempre lo fue, pero hoy, teniendo a nuestra disposición, y tan solo a un “clic” de distancia, tanta y tanta información y palabra verdadera del Espíritu, ¡es un gravísimo pecado!, ya que al pecado de la necedad y el orgullo (de creer que nuestro propio criterio es suficiente) se agrega el pecado de la pereza y la apatía (al no esforzarse en buscar la verdad).

¿Por qué puede llegar a existir la “hipocresía absoluta” en el pueblo de Dios? Sobre la hipocresía en sí hay mucho material escrito por los psicólogos y puede ser muy útil; la hipocresía espiritual no escapa a esos principios, pero, además, creo que aparece otro hecho más terrible aún: cuando la persona sabe que está definitivamente condenada, en lo profundo de su alma (y puede no ser plenamente consciente de ello), ¿qué más da?

Si al fin y al cabo ya fue “desechada”, si realmente ya no puede esperar nada de Dios, si “Dios le falló terriblemente”, ¿por qué no aprovecharse de los dones que ese “Dios injusto” le dio y de los tontos cristianos?

Yo no sé si este sentido profundo de condenación está en la base de cada hipócrita absoluto, pero es posible, y podría muy bien explicar ese comportamiento. La gran mayoría de las personas no experimentan esto y no pueden entender, en base a su propio criterio, que esto sea posible. Realmente necesitamos fe para aceptarlo, y es medio extraño decirlo de esta forma. Hablamos de la fe en relación a recibir un milagro o una promesa del Señor, ¿pero “fe” para aceptar que existen “perfectos hipócritas”? Bueno, sí.

En el preciso momento en que abrimos nuestra mente a la posibilidad que existan tales personas, sólo a partir de ese momento, el Espíritu mismo se encargará de darnos las pistas y la información necesaria para que los descubramos y salgamos de la mentira. Mientras queramos seguir viviendo en una “bonita ilusión”, no esperemos ni la más mínima revelación.

Como siempre, espero que esto no genere ningún “manto de sospecha” sobre todos y cada uno de los líderes del pueblo de Dios: puede ser que algunos estén equivocados, ellos mismos engañados, pero no necesariamente son hipócritas. Puede ser que sean imperfectos, que estén todavía en proceso; eso no los convierte en hipócritas. Aclaremos: hipócritas son los que lo son, aquellos cuyo corazón se ha contaminado (quizás) irreversiblemente, aún cuando todavía no lo manifiesten en su plenitud. ¡Que el Señor nos ayude a discernirlos!


Danilo Sorti




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