domingo, 13 de agosto de 2017

104. Pesando los dones

1 Corintios 12:3 RVC
3 Por tanto, quiero que sepan que nadie que hable por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; y que nadie puede llamar «Señor» a Jesús, si no es por el Espíritu Santo.

Probablemente lo que ocurriera en la iglesia de Corinto era que, entremedio de la congregación había infiltrados que parecían creyentes pero que no lo eran, y estaba “todo bien” hasta que en determinado momento, probablemente en una reunión, o cuando bajaba la presencia del Señor y los hermanos hablaban en lenguas y profetizaban, estos infiltrados se manifestaban hablando públicamente contra el Señor.

Ahora bien, parece bastante absurdo que Pablo tuviera que aclarar que si eso ocurría era porque tales personas tenían algún otro espíritu y no el Espíritu Santo, pero evidentemente no resultaba tan obvio. ¿Cómo es posible que fueran engañados tan fácilmente? Bueno, evidentemente, ¡era un “muy buen” engaño! Muy bueno, pero no perfecto; había una “fisura” por la cual podrían darse cuenta.

Hoy vivimos en EL TIEMPO del engaño; nunca en toda la historia el engaño y la manipulación se han perfeccionado como ahora, de maneras impensadas hasta hace algunos años, y esto no rige solo para el mundo sino para la Iglesia.

Pero ningún engaño puede ser perfecto (sino no sería engaño), el asunto es “no dejarnos atrapar” antes de que se manifieste. ¿Cómo es eso? Lo único que puede “atraparnos” es cuando el engaño llega a nuestro interior y toca nuestros sentimientos y nuestros muy humanos (y pecaminosos) deseos, que muchas veces ni sabemos que están ahí o no consideramos que sean realmente pecado: el deseo que prosperar (más allá de la medida establecida por Dios), el deseo de tener una vida tranquila y en paz (solo Dios es nuestra paz y nuestra seguridad), nuestro complejo de inferioridad, etc.

Los falsos hermanos, que muestran dones atractivos pero también falsos, van a intentar atraparnos en algún momento con deseos humanos, intentando tocar nuestros sentimientos para lograr que los aceptemos en nuestro corazón. Una vez que eso pasa, la mente queda bloqueada para rechazar las razones evidentes.

Pero cuidado, señales y profecías pueden venir de diversos lados y no necesariamente del Señor. Es más, el Señor mismo puede permitir que se den profecías “verdaderas” por boca de personas engañadoras o claramente desviadas.

Dones espectaculares o llamativos no son señal de aprobación divina, hay que ir un poco más allá, analizar un poco más. Y no creernos el cuento de que si uno rechaza “ese momento de ministración” ya se perdió la bendición para siempre. Es otra estrategia de manipulación. Que el Señor nos de sabiduría.



Danilo Sorti




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