viernes, 18 de agosto de 2017

174. ¿Alimento fresco o alimento envasado…(y a veces adulterado)?

Jeremías 8:8 DHH
8 ¿Cómo pueden ustedes decir que son sabios
y que tienen la ley del Señor?
¡Si los cronistas, con pluma mentirosa,
la han falsificado!


Interpretar la Palabra de Dios es un tema delicado. Satanás tiene dos estrategias principales en este sentido: para algunos hace que parezca tan difícil que la gente decide dejarla en manos de unos pocos y encumbrados “entendidos” (que muy fácilmente son atacados por el Adversario y terminan difundiendo falsas doctrinas); para otros, hace que parezca tan fácil que cualquiera agarra un par de versículos y termina diciendo una herejía.

Para colmo, los maestros y los demás ministerios, en vez de hacer lo que tienen que hacer, es decir, enseñan a los hermanos a interpretar y entender con la ayuda del Espíritu la Palabra, se guardan para ellos mismos los principios interpretativos y “cierran” la puerta del entendimiento bíblico a la iglesia. Aquí hay un error que se antoja sutil pero no lo es: casi toda instancia de enseñanza (seminarios, predicaciones, libros, artículos) pretende transmitir doctrina pero difícilmente, si acaso, se enseñe la forma de descubrirla por sí mismo, cuando no directamente se la presenta como algo reservado sólo para determinadas personas. Entiendo cuán penetrante es esto porque a mí me pasa muy frecuentemente: luego de haber escrito un artículo, me doy cuenta de que expuse mi entendimiento al respecto ¡pero no las líneas interpretativas que seguí!

Las iglesias deberían recordar que uno de los pilares de la Reforma, hace ya más de 500 años, fue la capacidad y el derecho de interpretar la Biblia por cada creyente. Vez tras vez, sucesivos movimientos cristianos a medida que se van corrompiendo con el tiempo le “quitan” ese derecho a las personas: sea negándoselo directamente, sea atiborrándolas con estudios bíblicos de tal manera que cuando leen las Escrituras se vuelve imposible que “lean” algo distinto a lo que ya aprendieron, o simplemente ocultándoles los principios rectos de interpretación bíblica y formulación de doctrina, de tal manera que aunque el cristiano tome la Biblia por sí mismo, nunca vaya a tener la seguridad de que lo que descubrió sea verdad.

Aún los mejores ministerios que podamos encontrar son culpables de este pecado. Es más, aquellos más comprometidos con la revelación y la profundidad de las enseñanzas del Señor suelen mirar como de poco valor la enseñanza de algo tan “técnico” como los principios interpretativos, y están demasiado ocupados enseñando las últimas verdades o revelaciones descubiertas como para dedicar tiempo de valor a enseñar y adiestrar a los creyentes en el estudio e interpretación de las Escrituras.

Pero bueno, buena parte de los cristianos modernos tampoco está preocupada por hacer ese esfuerzo. De acuerdo, no todo el mundo es llamado a la enseñanza o al estudio minucioso de las Escrituras, es verdad. Tampoco se supone que todos deban ser teólogos críticos. Pero dadas las advertencias por demás de claras del Señor Jesucristo sobre la magnitud del engaño de estos últimos tiempos, creo que todos deberían hacer el esfuerzo en poder discernir cuando una doctrina al menos se presenta consistente y cuando tiene un fundamento débil. Luego podremos profundizar en ella, pero un primer filtro nos ahorraría muchos engaños: cuando aceptamos por primera vez una doctrina mentirosa, un espíritu de error comienza a revolotearnos alrededor y teje su red, por lo que luego resulta más difícil escapar.

Cualquier doctrina para los cristianos debe estar fundamentada tanto en el Antiguo Testamento, como en los Evangelios y en las Epístolas, y estar en consonancia con el resto de las doctrinas fundamentales de las Escrituras (es decir, sin generar contradicciones internas). Por ello, no hay “doctrinas aisladas”, sino un cuerpo doctrinal armónico.

Poco fundamento, un par de versículos estirados hasta el cansancio, hábiles razonamientos humanos que parten de un pasaje, le agregan unas cuantas “revelaciones personales” y luego de un largo recorrido llegan a vaya uno a saber dónde, no pueden constituir doctrina. Dos o tres versículos de una sola sección de la Biblia, o de un solo escritor, o de un solo libro, tampoco son doctrina. La tradición, lo que se enseña oficialmente en la iglesia tampoco es doctrina por el sólo hecho de ser “viejo y aceptado”. Lo que muchos maestros y líderes creen y repiten tampoco es necesariamente verdad bíblica.

Una mención aparte merece la interpretación simbólica. De alguna manera, dentro de “lo simbólico” hemos metido históricamente todo aquello que no entendíamos o que no podíamos explicar bien, o que directamente iba en contra de una estructura doctrinal ya bien armada. Es muy fácil decir “este pasaje es simbólico” y zanjar una discusión. Pero, ¿por qué? Lo cierto es que no podemos tomar cualquier pasaje y “hacerlo” simbólico, o mejor dicho, aunque muchos pasajes de hecho tengan una interpretación simbólica, no podemos decir que esa sea la única ni la principal, es decir, que no haya una aplicación literal de lo que dicen. Esto pasa especialmente con las profecías del fin, las cuales vemos que ya se están empezando a cumplir, pero que todavía siguen siendo interpretadas simbólicamente por diversas corrientes teológicas. ¿Por qué? ¿Quién determina que ésa es la única interpretación posible? ¿Con qué autoridad?

Aún el simbolismo bíblico tiene sus principios interpretativos en la misma Biblia, por lo que si no podemos encontrarlos claramente allí, o en el contexto cultural cercano de los escritores, deberíamos ponerlo en duda.

¿Alimento fresco o comida enlatada (y adulterada)? El desastre alimenticio del mundo occidental no es más que un “simbolismo” natural de lo que le ocurrió espiritualmente a la iglesia: consumió “alimento envasado”, con saborizantes artificiales, colorantes artificiales, espesantes artificiales, conservantes artificiales, aditivos vitamínicos artificiales… y un “espíritu artificial” como fuente de inspiración. Alimento envasado en lindos envoltorios, con la foto de personajes famosos, y mucha publicidad mediática. Que nadie se asombre después de las enfermedades que aparezcan.


Danilo Sorti




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