Jeremías 8:8 DHH
8 ¿Cómo pueden ustedes decir que son sabios
y que tienen la ley del Señor?
¡Si los cronistas, con pluma mentirosa,
la han falsificado!
Interpretar la Palabra de Dios es un tema
delicado. Satanás tiene dos estrategias principales en este sentido: para
algunos hace que parezca tan difícil que la gente decide dejarla en manos de
unos pocos y encumbrados “entendidos” (que muy fácilmente son atacados por el
Adversario y terminan difundiendo falsas doctrinas); para otros, hace que
parezca tan fácil que cualquiera agarra un par de versículos y termina diciendo
una herejía.
Para colmo, los maestros y los demás
ministerios, en vez de hacer lo que tienen que hacer, es decir, enseñan a los
hermanos a interpretar y entender con la ayuda del Espíritu la Palabra, se
guardan para ellos mismos los principios interpretativos y “cierran” la puerta
del entendimiento bíblico a la iglesia. Aquí hay un error que se antoja sutil
pero no lo es: casi toda instancia de enseñanza (seminarios, predicaciones,
libros, artículos) pretende transmitir doctrina pero difícilmente, si acaso, se
enseñe la forma de descubrirla por sí mismo, cuando no directamente se la
presenta como algo reservado sólo para determinadas personas. Entiendo cuán
penetrante es esto porque a mí me pasa muy frecuentemente: luego de haber
escrito un artículo, me doy cuenta de que expuse mi entendimiento al respecto
¡pero no las líneas interpretativas que seguí!
Las iglesias deberían recordar que uno de los
pilares de la Reforma, hace ya más de 500 años, fue la capacidad y el derecho
de interpretar la Biblia por cada creyente. Vez tras vez, sucesivos movimientos
cristianos a medida que se van corrompiendo con el tiempo le “quitan” ese
derecho a las personas: sea negándoselo directamente, sea atiborrándolas con
estudios bíblicos de tal manera que cuando leen las Escrituras se vuelve
imposible que “lean” algo distinto a lo que ya aprendieron, o simplemente
ocultándoles los principios rectos de interpretación bíblica y formulación de
doctrina, de tal manera que aunque el cristiano tome la Biblia por sí mismo,
nunca vaya a tener la seguridad de que lo que descubrió sea verdad.
Aún los mejores ministerios que podamos
encontrar son culpables de este pecado. Es más, aquellos más comprometidos con
la revelación y la profundidad de las enseñanzas del Señor suelen mirar como de
poco valor la enseñanza de algo tan “técnico” como los principios
interpretativos, y están demasiado ocupados enseñando las últimas verdades o
revelaciones descubiertas como para dedicar tiempo de valor a enseñar y
adiestrar a los creyentes en el estudio e interpretación de las Escrituras.
Pero bueno, buena parte de los cristianos
modernos tampoco está preocupada por hacer ese esfuerzo. De acuerdo, no todo el
mundo es llamado a la enseñanza o al estudio minucioso de las Escrituras, es
verdad. Tampoco se supone que todos deban ser teólogos críticos. Pero dadas las
advertencias por demás de claras del Señor Jesucristo sobre la magnitud del
engaño de estos últimos tiempos, creo que todos deberían hacer el esfuerzo en
poder discernir cuando una doctrina al menos se presenta consistente y cuando tiene
un fundamento débil. Luego podremos profundizar en ella, pero un primer filtro
nos ahorraría muchos engaños: cuando aceptamos por primera vez una doctrina
mentirosa, un espíritu de error comienza a revolotearnos alrededor y teje su
red, por lo que luego resulta más difícil escapar.
Cualquier doctrina para los cristianos debe
estar fundamentada tanto en el Antiguo Testamento, como en los Evangelios y en
las Epístolas, y estar en consonancia con el resto de las doctrinas
fundamentales de las Escrituras (es decir, sin generar contradicciones
internas). Por ello, no hay “doctrinas aisladas”, sino un cuerpo doctrinal
armónico.
Poco fundamento, un par de versículos
estirados hasta el cansancio, hábiles razonamientos humanos que parten de un
pasaje, le agregan unas cuantas “revelaciones personales” y luego de un largo
recorrido llegan a vaya uno a saber dónde, no pueden constituir doctrina. Dos o
tres versículos de una sola sección de la Biblia, o de un solo escritor, o de
un solo libro, tampoco son doctrina. La tradición, lo que se enseña
oficialmente en la iglesia tampoco es doctrina por el sólo hecho de ser “viejo
y aceptado”. Lo que muchos maestros y líderes creen y repiten tampoco es
necesariamente verdad bíblica.
Una mención aparte merece la interpretación
simbólica. De alguna manera, dentro de “lo simbólico” hemos metido
históricamente todo aquello que no entendíamos o que no podíamos explicar bien,
o que directamente iba en contra de una estructura doctrinal ya bien armada. Es
muy fácil decir “este pasaje es simbólico” y zanjar una discusión. Pero, ¿por
qué? Lo cierto es que no podemos tomar cualquier pasaje y “hacerlo” simbólico,
o mejor dicho, aunque muchos pasajes de hecho tengan una interpretación
simbólica, no podemos decir que esa sea la única ni la principal, es decir, que
no haya una aplicación literal de lo que dicen. Esto pasa especialmente con las
profecías del fin, las cuales vemos que ya se están empezando a cumplir, pero
que todavía siguen siendo interpretadas simbólicamente por diversas corrientes
teológicas. ¿Por qué? ¿Quién determina que ésa es la única interpretación
posible? ¿Con qué autoridad?
Aún el simbolismo bíblico tiene sus
principios interpretativos en la misma Biblia, por lo que si no podemos
encontrarlos claramente allí, o en el contexto cultural cercano de los
escritores, deberíamos ponerlo en duda.
¿Alimento fresco o comida enlatada (y
adulterada)? El desastre alimenticio del mundo occidental no es más que un
“simbolismo” natural de lo que le ocurrió espiritualmente a la iglesia:
consumió “alimento envasado”, con saborizantes artificiales, colorantes
artificiales, espesantes artificiales, conservantes artificiales, aditivos
vitamínicos artificiales… y un “espíritu artificial” como fuente de
inspiración. Alimento envasado en lindos envoltorios, con la foto de personajes
famosos, y mucha publicidad mediática. Que nadie se asombre después de las
enfermedades que aparezcan.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario