domingo, 13 de agosto de 2017

118. Seguimos sin saber el día…

Marcos 13:32-33 RVC
32 »En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo. Sólo el Padre lo sabe.
33 Pero ustedes, presten atención y manténganse atentos, porque no saben cuándo llegará el momento.


Estos versículos han sido muy mal usados, y continúan siéndolo, por aquellos que en el fondo prefieren no saber nada del fin de los tiempos y los juicios de Dios. Al día de hoy, hace falta realmente tener un corazón muy cerrado para negar que el tiempo del fin ya llegó.

Lo cierto es que Jesús claramente habló del “día y la hora” pero no de los tiempos y sus características. De hecho, nos deja abundantes detalles de cómo serían esos tiempos, suficientes como para saber que estamos comenzando a transitarlos.

Y es precisamente ahora, cuando el Espíritu está alertando a todo el mundo (que quiera oír) a través de sueños, visiones y profecías (y de los titulares de los diarios…) cuando empieza a surgir una “desesperación escatológica”. Ahora bien, si las personas están desesperadas porque entendieron que no están a cuentas con Dios, ¡bienvenida sea! Pero no debería pasar lo mismo con los creyentes fieles.

Creo que debemos darnos cuenta del momento decisivo que estamos viviendo y despojarnos de todo peso y preocupación innecesaria, para enfocarnos en completar la tarea que nos asignó el Señor hace casi dos mil años. Creo que debemos enfocarnos en Su misión. Pero no debemos desesperarnos. Ni tampoco olvidar que, aunque sabemos que éste es el tiempo, seguimos sin saber el día y la hora.

En Argentina tenemos una expresión muy “futbolera”, al tiempo adicional que el árbitro le agrega a un partido le llamamos “tiempo de descuento”. Todos saben cuándo se terminó el tiempo reglamentario, pero nadie sabe exactamente cuánto dura el tiempo de descuento, usualmente unos pocos minutos. Cuando el partido tiene un claro ganador ya todo está dicho y los jugadores fatigados tienen que “sobrevivir” al tiempo de descuento. Pero cuando hay aún posibilidad de revertir el resultado, se intentan acciones heroicas y a veces, en el último minuto un gol cambia el marcador. Y entonces la tribuna estalla de alegría: ese tiempo no “debía” haber estado, y ese gol no hubiera sido posible sin esos pocos minutos extras. Como sabe cuándo termina el tiempo de descuento, todos están apurados, intentando jugadas arriesgadas para lograr la victoria.

El mundo está hoy en el tiempo de descuento. Sabemos que el “tiempo reglamentario” ya se terminó y sabemos que no quedan muchos minutos más, aunque no sabemos cuántos más y el Señor mismo se encargó de aclararlo. Esas palabras que leímos, y que los cristianos utilizaron a lo largo de casi dos milenios, en realidad fueron escritas exactamente para nosotros.

Aquellos que ya consideran que el partido tiene un claro “ganador” no se preocupan por esforzarse. Me estoy refiriendo a los cristianos que ya suponen que el Diablo ganó la guerra y no nos queda más que esperar que el Señor nos rescate antes de que conquiste el último bastión de resistencia. Pero los que saben que todavía está por venir la conquista más gloriosa de la Iglesia de los últimos tiempos, están dispuestos a jugarse el todo por el todo para lograr el “gol” decisivo, el que complete el número de los salvados y termine la proclamación del Evangelio entre las naciones.

Tiempo de descuento, sí, el tiempo más intenso de todo el partido, cuando los jugadores, cansados, agotados, doloridos por el esfuerzo y por los golpes y patadas recibidos durante 90 minutos, sacan fuerzas de no saben dónde para lograr el último gol. Los cristianos fieles que hemos llegado a este tiempo no estamos en condiciones muy diferentes: cansados, heridos, doloridos, frustrados y hasta desanimados. Hemos visto alejarse a tantos de nuestros compañeros que ya perdimos la cuenta. Hemos visto perder tantas batallas que ya casi ni nos acordamos de cómo era la victoria. Hemos visto corromperse tantos predicadores que dudamos que exista todavía alguno fiel. ¡Pero estamos en el tiempo de descuento! Éste es el momento en que las fuerzas sobrenaturales vivificarán a los abatidos con una energía mayor de la que jamás hubieran imaginado. ¿Puedes creerlo? Si puede, podrás también recibirlo.



Danilo Sorti




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