1 Pedro 2:1-3 RVC
1 Por lo tanto, desechen
toda clase de maldad, todo engaño e hipocresía, envidias y toda clase de
calumnia.
2 Busquen, como los niños
recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella
crezcan y sean salvos,
3 si es que han probado ya
la bondad del Señor.
Cada época tiene sus
“pecados aborrecidos” y sus “pecados ignorados”. Aunque parezca extraño, en
este tiempo en el que prácticamente todo está aceptado, aún sigue existiendo
una especie de moral en la sociedad, reducida a unos pocos “pecados”, y uno de
ellos es la “hipocresía”.
¿Cómo la define el
Diccionario de la Real Academia Española? “Fingimiento de cualidades o
sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”.
Sobre esta base, el mundo ha decidido “ventilar” alegremente sus pecados,
considerando que es mucho peor esconder sus “verdaderas inclinaciones”.
En base a esto se proclama
alegremente una sexualidad contraria al diseño divino, se calumnia sin reparos,
los que pueden viven ostentosamente, la amabilidad y el cuidado en el habla
prácticamente desaparecieron, y otras cosas.
Esta gran fortaleza en la
cultura de este siglo es, valga la redundancia, casi igual de “fuerte” dentro
de la “subcultura evangélica”; aunque cristianizada. Y así, se dicen palabras duras
en hombre de la “honestidad” o la (supuesta) verdad, se ofende y se critica sin
cuidado, aún teniendo la verdad. La “anti hipocresía” es uno de los más altos
“valores”, pero realmente la mayoría de las veces es nada más que una excusa
para la intemperancia.
Es interesante que en el
pasaje de I Pedro, la hipocresía va unida a pecados tales como la calumnia y la
envidia, que se manifiestan en las bocas “cristianas” que dicen ser honestas.
Por supuesto, creo que no
hace falta hablar de los cristianos o de los (que se llaman) “pastores” o
líderes evangélicos que deciden “no ocultar” más su homosexualidad y la
manifiestan públicamente, mientras siguen en el “ministerio”.
El mundo no oculta ya sus
desviaciones y las expresa abiertamente diciendo que eso es “honestidad”. Los
cristianos son tentados a hacer lo mismo, cuando no saben adecuadamente qué es
pecado. Ahora bien, ¿qué hacemos con nuestras tendencias pecaminosas?
Debemos ser sinceros: hay
pecados que fácilmente los dejamos cuando nos convertimos, otros requieren más
tiempo, algunos una dura lucha, algunos más sólo los venceremos al final de
nuestra vida en la tierra, de otros seremos libres sólo cuando estemos en Su
Presencia, y, también en Su Presencia, nos enteraremos de otros tantos que ni
sabíamos.
¿La honestidad significa
aceptar y promulgar libremente nuestros pecados? No, de ninguna manera. ¿No
decir mis pecados es hipocresía? No necesariamente. El Único que TIENE que
saber mis pecados, y que de hecho ya los sabe todos pero necesita que se los
confiese, es el Señor. A veces puede ser necesario que me sincere con las
personas o los hermanos, a veces puede ser importante que hable con algún líder
santo para recibir ayuda, pero no debo “proclamar alegremente” mis pecados y mi
propia falta de continencia verbal.
¿No sería hipócrita si
oculto mis errores? Bueno, lo que no debo ocultar es el hecho de que estoy en
proceso de crecimiento, y en ese proceso puedo estar más adelanta o más atrás.
Si sé claramente que estoy “bastante atrás”, no debo ofrecerme para servicios
que me expongan públicamente. Si el Espíritu me da testimonio de que he
“avanzado un poco”, entonces puede ser.
Hipócrita es hacerme pasar
por “una gran persona” cuando realmente no lo soy. La solución a la hipocresía
no es declarar a los cuatro vientos todas mis iniquidades, sino mantenerme en
una posición humilde, dispuesto a recibir corrección.
Aquellos que proclaman
abiertamente su “honestidad” normalmente esconden alguna gran hipocresía por
otro lado, así que tengamos cuidado, primero de nosotros mismos, y segundo, de
esas personas, que pueden parecer muy atrayentes por su mensaje “honesto y
liberador” pero que esconden un gran engaño, a veces consciente y a veces
inconsciente.
¡Señor, ayúdanos!
Danilo Sorti
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