lunes, 14 de agosto de 2017

153. La hipocresía y la “anti hipocresía”

1 Pedro 2:1-3 RVC
1 Por lo tanto, desechen toda clase de maldad, todo engaño e hipocresía, envidias y toda clase de calumnia.
2 Busquen, como los niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean salvos,
3 si es que han probado ya la bondad del Señor.


Cada época tiene sus “pecados aborrecidos” y sus “pecados ignorados”. Aunque parezca extraño, en este tiempo en el que prácticamente todo está aceptado, aún sigue existiendo una especie de moral en la sociedad, reducida a unos pocos “pecados”, y uno de ellos es la “hipocresía”.

¿Cómo la define el Diccionario de la Real Academia Española? “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Sobre esta base, el mundo ha decidido “ventilar” alegremente sus pecados, considerando que es mucho peor esconder sus “verdaderas inclinaciones”.

En base a esto se proclama alegremente una sexualidad contraria al diseño divino, se calumnia sin reparos, los que pueden viven ostentosamente, la amabilidad y el cuidado en el habla prácticamente desaparecieron, y otras cosas.

Esta gran fortaleza en la cultura de este siglo es, valga la redundancia, casi igual de “fuerte” dentro de la “subcultura evangélica”; aunque cristianizada. Y así, se dicen palabras duras en hombre de la “honestidad” o la (supuesta) verdad, se ofende y se critica sin cuidado, aún teniendo la verdad. La “anti hipocresía” es uno de los más altos “valores”, pero realmente la mayoría de las veces es nada más que una excusa para la intemperancia.

Es interesante que en el pasaje de I Pedro, la hipocresía va unida a pecados tales como la calumnia y la envidia, que se manifiestan en las bocas “cristianas” que dicen ser honestas.

Por supuesto, creo que no hace falta hablar de los cristianos o de los (que se llaman) “pastores” o líderes evangélicos que deciden “no ocultar” más su homosexualidad y la manifiestan públicamente, mientras siguen en el “ministerio”.

El mundo no oculta ya sus desviaciones y las expresa abiertamente diciendo que eso es “honestidad”. Los cristianos son tentados a hacer lo mismo, cuando no saben adecuadamente qué es pecado. Ahora bien, ¿qué hacemos con nuestras tendencias pecaminosas?

Debemos ser sinceros: hay pecados que fácilmente los dejamos cuando nos convertimos, otros requieren más tiempo, algunos una dura lucha, algunos más sólo los venceremos al final de nuestra vida en la tierra, de otros seremos libres sólo cuando estemos en Su Presencia, y, también en Su Presencia, nos enteraremos de otros tantos que ni sabíamos.

¿La honestidad significa aceptar y promulgar libremente nuestros pecados? No, de ninguna manera. ¿No decir mis pecados es hipocresía? No necesariamente. El Único que TIENE que saber mis pecados, y que de hecho ya los sabe todos pero necesita que se los confiese, es el Señor. A veces puede ser necesario que me sincere con las personas o los hermanos, a veces puede ser importante que hable con algún líder santo para recibir ayuda, pero no debo “proclamar alegremente” mis pecados y mi propia falta de continencia verbal.

¿No sería hipócrita si oculto mis errores? Bueno, lo que no debo ocultar es el hecho de que estoy en proceso de crecimiento, y en ese proceso puedo estar más adelanta o más atrás. Si sé claramente que estoy “bastante atrás”, no debo ofrecerme para servicios que me expongan públicamente. Si el Espíritu me da testimonio de que he “avanzado un poco”, entonces puede ser.

Hipócrita es hacerme pasar por “una gran persona” cuando realmente no lo soy. La solución a la hipocresía no es declarar a los cuatro vientos todas mis iniquidades, sino mantenerme en una posición humilde, dispuesto a recibir corrección.

Aquellos que proclaman abiertamente su “honestidad” normalmente esconden alguna gran hipocresía por otro lado, así que tengamos cuidado, primero de nosotros mismos, y segundo, de esas personas, que pueden parecer muy atrayentes por su mensaje “honesto y liberador” pero que esconden un gran engaño, a veces consciente y a veces inconsciente.

¡Señor, ayúdanos!

Danilo Sorti




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