domingo, 13 de agosto de 2017

112. ¿Hasta cuándo lo permitirá Dios?

Jeremías 51:20-26 DHH

20  “¡Babilonia, tú eres mi mazo,
mi arma de guerra!
Contigo destrozo naciones
y destruyo reinos.
21 Contigo destrozo caballos y jinetes,
carros y cocheros.
22 Contigo destrozo hombres y mujeres,
ancianos y jóvenes,
muchachos y muchachas.
23 Contigo destrozo pastores y rebaños,
labradores y bueyes,
gobernadores y funcionarios.
24  “Pero ante  los propios ojos de ustedes
pagaré a Babilonia y a todos los caldeos
como merecen, por el mal que hicieron a Sión.
Yo, el Señor lo afirmo.
25 Yo estoy en contra tuya, montaña destructora,
que destruyes toda la tierra.
Yo, el Señor, lo afirmo.
Levantaré la mano para castigarte,
te haré rodar desde los peñascos
y te convertiré en un cerro quemado.
26 Ninguna de las piedras de tus ruinas
servirá para construir edificios.
Serás un desierto para siempre.
Yo, el Señor, lo afirmo.


A medida que se acerca el tiempo del fin se está haciendo más claro (para el que quiere ver) el “misterio de la iniquidad” o, como traduce Dios Habla Hoy, “el plan secreto de la maldad”; es decir, un programa que empezó a ponerse en marcha desde los mismos tiempos apostólicos, pero que hasta ahora siempre estuvo estorbado por el Espíritu Santo.

Satanás tiene sus propósitos de destrucción; a lo largo del tiempo y específicamente en el fin de los tiempos. Sea como sea, siempre ha utilizado herramientas humanas para ello y, particularmente, a los imperios políticos, económicos o religiosos.

La historia de la humanidad, desde Babel hasta el presente, ha sido marcada por la opresión de los poderosos sobre los pueblos. El tiempo del fin será testigo del mayor de estos imperios que se haya levantado sobre la tierra. Mientras esto ocurre los hijos de Dios preguntamos más de una vez:

Habacuc 1:13 RVC
13 Si por la pureza de tus ojos no soportas ver el mal ni los agravios, ¿por qué soportas ver a quienes nos desprecian? ¿Por qué callas cuando los impíos destruyen a quienes son más justos que ellos?

Esta es quizás la oración más dura que podamos hacer y cuya respuesta muy difícilmente aceptemos escuchar. No pretendo dar todas las respuestas aquí ni desarrollar el tema del sufrimiento, tan vasto y profundo en la Palabra de Dios, pero sí creo que debemos tener algo muy en cuenta.

Tal como leímos en Jeremías, el Padre permite en Su soberanía que se levanten imperios como herramientas de Sus juicios. Y Dios permite que tengan “éxito” durante un tiempo determinado, hasta que Sus juicios sean cumplidos.

Podemos mirar a nuestro mundo y hacer un listado de países, corporaciones económicas, organizaciones religiosas u otros que traen destrucción, miseria y muerte, de manera explícita o encubierta. Y alzamos nuestros ojos al cielo preguntando: ¿por qué, Señor?

Pero no queremos escuchar la respuesta: el mundo ha pecado terriblemente, los que nos llamamos Pueblo de Dios hemos tomado con ligereza Sus mandamientos y vivimos en una “gracia que no ve nada ni reclama nada”, ¡y hasta lo justificamos ardientemente con la Biblia! Algunos cristianos, con un claro sentido de justicia, levantan su voz contra los opresores, y no digo que eso esté mal. Pero, sinceramente, ¿qué es un imperio mundial delante de Dios? Al día de hoy, la mitad de los recursos del mundo están en manos de 8 personas. ¿Acaso eso significa algo para el Señor Todopoderoso? ¿No le basta un chasquido de dedos para borrar imperios del mundo?

Cuando Dios permite que los poderosos adquieran cada vez más poder y se levanten en opresión sobre las naciones, no es más que un juicio para intentar llamar la atención de gente que no ha querido escuchar ni obedecer Su voz.

Ahora bien, yo no digo que no debamos denunciar las injusticias ni exponer claramente la opresión de los poderosos; pero fallamos terriblemente si ese fuera nuestro principal enfoque como Iglesia, además de exponernos muchas veces a persecuciones innecesarias. Nosotros debemos concentrar todo nuestro esfuerzo en reconciliar a los hombres con Dios, para que no sea necesario el castigo sobre ellos.

El destino de los imperios ya está escrito en la Biblia. Tan lejos como Babel, el primero de ellos, inevitablemente serán confundidos y destruidos. El pecado de los pueblos es el que en definitiva abre las puertas a los poderosos opresores. Pero cuando la gente se vuelve a su Creador:

Jueces 10:15-16 DHH
15 Entonces los israelitas le respondieron al Señor: pecado. Haz con nosotros lo que mejor te parezca, pero, ¡por favor, sálvanos ahora!
16 Y los israelitas se deshicieron de los dioses extranjeros para volver a adorar al Señor, y el Señor ya no pudo soportar que los israelitas siguieran sufriendo.


Sabemos lo que ocurrirá en el tiempo del fin, y sabemos que la mayoría de los pueblos rechazan a Dios, pero no tiene que ser así con nuestro pueblo o con nuestra ciudad. Sí, es cierto que la humanidad le dio la espalda a su Señor, pero también es cierto que muchos no, ¿por qué no habría de estar mi tierra entre ellos?


Danilo Sorti




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