Juan 18:36-38 RVC
36 Respondió Jesús: «Mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que yo no
fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
37 Le dijo entonces Pilato: «¿Así que tú eres
rey?» Respondió Jesús: «Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para
esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de
la verdad, oye mi voz.»
38 Le dijo Pilato: «¿Y qué es la verdad?» Y
dicho esto, salió otra vez a decirles a los judíos: «Yo no hallo en él ningún
delito.
A lo largo del tiempo diversos programas de
gobierno han procurado hacerse pasar por cristianos y ganar así el corazón de
la iglesia. Esto no es nuevo. Durante siglos las monarquías basaron su
legitimidad en un supuesto “derecho divino” y la iglesia de aquél entonces,
tanto católica como protestante, así lo aceptó sin más. Con el advenimiento de
la democracia, o mejor dicho, algo que se supone que es democracia, cosa que en
esencia nunca existió plenamente más allá del ideal, ni siquiera en la Antigua
Grecia, las distintas corrientes políticas también procuraron ganar
“legitimidad espiritual”, enfatizando los principios bíblicos que sustentaban.
Así, el capitalismo y liberalismo naciente se
cimentó en fuertes principios bíblicos, los mismos que hasta hoy son sostenidos
por grupos de cristianos. Claro, también se “olvidó” de otros… Durante el mismo
tiempo, el ateísmo o agnosticismo iba ganando terreno, así que las corrientes
más propiamente “socialistas” se fundamentaron fuertemente en la “anti Biblia”,
aunque en la práctica procuraban aplicar una serie de principios fuertemente
desatendidos por el capitalismo – liberalismo clásico.
Y así llegamos rápidamente a este siglo, en
nuestras tierras hispanohablantes, en las que el cristianismo evangélico se ha
extendido rápidamente aunque con muy poco fundamento bíblico; y la historia
vuelve a repetirse. En décadas pasadas asistimos al resurgimiento de posiciones
que a sí mismas se llamaron “socialistas” en parte como reacción a gobiernos
anteriores que a sí mismos se llamaron “liberales”. Y aclaro que uso comillas
porque realmente no he visto que ninguna de dichas posturas en estas décadas
representen de verdad lo que se suponía que debían ser.
Bueno, resumiendo, también en estos tiempos,
tal como ha ocurrido siempre en la historia de la iglesia, el discurso político
se infiltra y gana adeptos al presentarse como “cristiano” y al desviar la
esperanza puesta en el cielo y en la segunda venida hacia una esperanza
terrenal e inmediata. El verdadero problema NO ES Y NUNCA HA SIDO si tal o cual
sistema de gobierno o filosofía política aplica principios bíblicos porque
seguramente lo hace, sino si es “el modelo de Dios para gobernar el mundo” o
sólo un sistema político con aciertos y errores. Y la respuesta es obvia: ¡lo
segundo! Y si es lo segundo, ¿por qué deberíamos compenetrarnos tanto con tal o
cual sistema?
El mismo Jesús que nos encomendó ser “sal y
luz” dejó bien en claro que Su reino NO ERA de este mundo. ¿Es que no volverá a
tomar posesión de lo que legítimamente le pertenece? Claro que sí; esa promesa
nace ya en el Antiguo Testamento y es reafirmada en el Nuevo concluyendo con el
pasaje de Apocalipsis 20. PERO MIENTRAS DURE esta era, no hay ni habrá un reino
político cristiano; podrá haber naciones más cristianizadas que otras, naciones
que apliquen más principios bíblicos que otras, pero ningún “reino de Dios”
político, sólo reinos humanos que voluntariamente decidirán acercarse o
alejarse del Creador.
El compromiso de Jesús en Su ministerio fue
“la verdad”. Se supone que ese debe ser el mismo compromiso de Sus seguidores.
Y en base a ese principio, NUNCA puede haber un compromiso con un sistema político
más allá de la cuota de verdad que éste manifieste. El “endiosamiento” de
líderes o “proyectos” claramente es erróneo porque ninguno de ellos está en “la
verdad” absoluta siempre.
El sutil engaño ha consistido en llevar a los
cristianos a participar en política porque “debemos ser sal y luz”, ¡y es
verdad! Pero para participar en tal o cual área del quehacer humano, y hacerlo
bien, es decir, aplicando “la verdad”, debemos estar adecuadamente preparados y
llamados. Nadie está preparado para hacer todo bien, nadie está llamado a todo.
Y así, a partir de un razonamiento simplista y escuchando más a las voces
humanas que al Espíritu, terminamos muy convencidos de apoyar mentiras y
engaños.
Votar por Fulano o Mengano en una elección
porque así el Espíritu nos muestra no significa ser un fiel devoto de Fulano o
Mengano, simplemente que en un momento determinado, para un país dado, puede
ser la opción que elija el Señor… y no siempre será de bendición para todos
sino muchas veces también de juicio.
En definitiva, si nuestro Reino no es de
aquí, ¿vale la pena “meterse de cabeza” en la arena política? No, para nada,
excepto que haya un llamado claro de parte del Espíritu. Pero si es así,
¿debemos dejar que los malos gobiernen y hagan lo que quieran? ¡De ninguna
manera! La clave está en que nuestro Reino NO ES DE ESTE MUNDO, es celestial, y
por lo tanto, mucho más poderoso y con mucha más autoridad que el más grande e
imponente imperio de esta tierra.
Danilo Sorti
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