domingo, 3 de septiembre de 2017

183. ¿El poder de las promesas o el poder de la resurrección?

Hechos 4:33 RVC
33 Y los apóstoles daban un testimonio poderoso de la resurrección del Señor Jesús, y la gracia de Dios sobreabundaba en todos ellos.

Romanos 1:3-4 RVC
3 les escribo acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que conforme a los hombres descendía de David,
4 pero que conforme al Espíritu de santidad fue declarado Hijo de Dios con poder, por su resurrección de entre los muertos.

Filipenses 3:8-11 RVC
8 Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo
9 y ser hallado en él, no por tener mi propia justicia, que viene por la ley, sino por tener la justicia que es de Dios y que viene por la fe, la fe en Cristo;
10 a fin de conocer a Cristo y el poder de su resurrección, y de participar de sus padecimientos, para llegar a ser semejante a él en su muerte,
11 si es que de alguna manera llego a la resurrección de entre los muertos.


En algún momento de la historia reciente, el mensaje puro del Evangelio fue sutilmente desviado desde el poder de la resurrección hacia el “poder de las promesas”. Ahora bien, no está mal creer y orar por las promesas, porque también Pedro dice:

2 Pedro 1:3-4 RVC
3 Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.
4 Por medio de ellas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas ustedes lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina, puesto que han huido de la corrupción que hay en el mundo por causa de los malos deseos.

Sin embargo, propiamente dicho, el poder de la vida cristiana, aquello que la hace distinta, no son las promesas ni la bendición. Necesitamos recordar que tanto las promesas como la bendición NO SON UN ABSOLUTO de Dios para nosotros en esta tierra:

Hebreos 11:35-39 RVC
35 Hubo mujeres que por medio de la resurrección recuperaron a sus muertos. Pero otros fueron atormentados, y no aceptaron ser liberados porque esperaban obtener una mejor resurrección.
36 Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles.
37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pobres, angustiados y maltratados.
38 Estos hombres, de los que el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
39 Y aunque por medio de la fe todos ellos fueron reconocidos y aprobados, no recibieron lo prometido.

Este engaño tan sutil y tan “bíblico” ha sido la puerta de entrada para que Satanás hábilmente desviara la atención de los cristianos del verdadero poder de la Vida hacia lo secundario, y luego, al elevar lo secundario por encima de lo principal, terminara eliminando en la práctica lo más importante. ¿Se entiende la estrategia? Él no puede entrar con una mentira absoluta de entrada, así que comenzará de a poco dándole más importancia a un punto secundario, con lo que éste empieza a ocupar más tiempo en la predicación y en las mentes de los creyentes, y todo fundamentado astutamente en pasajes bíblicos. Luego hará “crecer” el espacio que ocupa este mensaje secundario en el mensaje de la iglesia, se publican libros, se hacen seminarios y congresos, etcétera. A medida que esto crece, va “recortando” la atención sobre lo verdaderamente importante, también de a poco.

Este programa no se completa en un año, lleva décadas en ejecución, de tal forma que las nuevas camadas de cristianos realmente nunca conocieron una predicación genuina, y fácilmente van profundizando en el nuevo programa satánico. Pero todo esto está necesariamente sostenido por algo más básico: “quitar” la Biblia a la gente. En la época medieval era muy sencillo, bastaba con que la iglesia oficial prohibiera su lectura. En la actualidad es más difícil, pero hay muchas más herramientas más sutiles para hacerlo: dado el cúmulo de ocupaciones que tiene el hombre moderno, basta con que desde una voz de “autoridad” (pastor, apóstol)  no se aliente su lectura para que muchos, por la propia inercia, no lo hagan.

Pero volviendo al tema del título: el poder de la vida del cristiano no está en las promesas, por más “maravillosas” que parezcan. Realmente no tenemos la garantía de que recibiremos esas promesas en esta vida, y, por otra parte, ¿qué punto de comparación tiene ESTA vida y este mundo presente con la VIDA GLORIFICADA que el Señor nos tiene reservada? Ninguno.

El poder de Su resurrección es lo que necesitamos para vivir en el presente POR ENCIMA de las dificultades que inevitablemente vendrán. Es lo que nos permite traer el Reino Venidero EN MEDIO DE la oscuridad actual. Es superior a cualquier promesa y superior a cualquier dificultad. No conquista reinos terrenales, ¡conquista la muerte! Nos levanta en medio de los sufrimientos, nos eleva por encima del temor a la pobreza, la enfermedad y la misma muerte; es lo que nos hace caminar en este mundo pero sin vivir en él. No nos transforma en “superhombres”, permite que recuperemos la “porción” de la naturaleza misma de Dios que perdimos en el Edén. No nos libra de la muerte ni incluso del martirio, hace que los atravesemos victoriosos.

Ante el poder de la resurrección de Cristo nada de este mundo tiene valor. ¿Los bienes materiales? Pueden ser útiles para algo aquí, pero no se comparan con los celestiales. ¿Una larga y buena vida aquí? Si todo está próximo a terminar, y, además, ¿qué punto de comparación tienen 80, 90 o 100 años con la eternidad? ¿Dinero? En el Reino Venidero el oro tiene el mismo valor que el asfalto de las calles. ¿Posesiones materiales, casas, terrenos, propiedades? Mucho más que eso tendremos por la eternidad, ¡y sin tener que pagar impuestos!

Realmente, las más “grandes promesas” del falso evangelio de la prosperidad son menos densas que el humo en comparación con el poder de la resurrección y el reino venidero, en el cual, y por encima de todo lo que dijimos antes, está la presencia eterna del tres veces Bendito, de nuestro Amoroso Señor, del Fiel Espíritu Santo, del Glorioso Padre. ¿Por qué habría de preocuparme en esta corta y miserable vida de rodearme de gente importante y adinerada?

¡Oh Señor, ayudanos a comprender y vivir en el poder de Tu Resurrección!




Danilo Sorti



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