Hechos 4:33 RVC
33 Y los apóstoles daban un testimonio
poderoso de la resurrección del Señor Jesús, y la gracia de Dios sobreabundaba
en todos ellos.
Romanos 1:3-4 RVC
3 les escribo acerca de su Hijo, nuestro
Señor Jesucristo, que conforme a los hombres descendía de David,
4 pero que conforme al Espíritu de santidad
fue declarado Hijo de Dios con poder, por su resurrección de entre los muertos.
Filipenses 3:8-11 RVC
8 Y a decir verdad, incluso estimo todo como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su
amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo
9 y ser hallado en él, no por tener mi propia
justicia, que viene por la ley, sino por tener la justicia que es de Dios y que
viene por la fe, la fe en Cristo;
10 a fin de conocer a Cristo y el poder de su
resurrección, y de participar de sus padecimientos, para llegar a ser semejante
a él en su muerte,
11 si es que de alguna manera llego a la
resurrección de entre los muertos.
En algún momento de la historia reciente, el
mensaje puro del Evangelio fue sutilmente desviado desde el poder de la
resurrección hacia el “poder de las promesas”. Ahora bien, no está mal creer y
orar por las promesas, porque también Pedro dice:
2 Pedro 1:3-4 RVC
3 Todas las cosas que pertenecen a la vida y
a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de
aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.
4 Por medio de ellas nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas ustedes lleguen a ser partícipes de la
naturaleza divina, puesto que han huido de la corrupción que hay en el mundo
por causa de los malos deseos.
Sin embargo, propiamente dicho, el poder de
la vida cristiana, aquello que la hace distinta, no son las promesas ni la
bendición. Necesitamos recordar que tanto las promesas como la bendición NO SON
UN ABSOLUTO de Dios para nosotros en esta tierra:
Hebreos 11:35-39 RVC
35 Hubo mujeres que por medio de la
resurrección recuperaron a sus muertos. Pero otros fueron atormentados, y no
aceptaron ser liberados porque esperaban obtener una mejor resurrección.
36 Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta
cadenas y cárceles.
37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a
prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro cubiertos de
pieles de oveja y de cabra, pobres, angustiados y maltratados.
38 Estos hombres, de los que el mundo no era
digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y
por las cavernas de la tierra.
39 Y aunque por medio de la fe todos ellos
fueron reconocidos y aprobados, no recibieron lo prometido.
Este engaño tan sutil y tan “bíblico” ha sido
la puerta de entrada para que Satanás hábilmente desviara la atención de los
cristianos del verdadero poder de la Vida hacia lo secundario, y luego, al
elevar lo secundario por encima de lo principal, terminara eliminando en la
práctica lo más importante. ¿Se entiende la estrategia? Él no puede entrar con
una mentira absoluta de entrada, así que comenzará de a poco dándole más
importancia a un punto secundario, con lo que éste empieza a ocupar más tiempo
en la predicación y en las mentes de los creyentes, y todo fundamentado
astutamente en pasajes bíblicos. Luego hará “crecer” el espacio que ocupa este
mensaje secundario en el mensaje de la iglesia, se publican libros, se hacen
seminarios y congresos, etcétera. A medida que esto crece, va “recortando” la
atención sobre lo verdaderamente importante, también de a poco.
Este programa no se completa en un año, lleva
décadas en ejecución, de tal forma que las nuevas camadas de cristianos
realmente nunca conocieron una predicación genuina, y fácilmente van
profundizando en el nuevo programa satánico. Pero todo esto está necesariamente
sostenido por algo más básico: “quitar” la Biblia a la gente. En la época
medieval era muy sencillo, bastaba con que la iglesia oficial prohibiera su
lectura. En la actualidad es más difícil, pero hay muchas más herramientas más
sutiles para hacerlo: dado el cúmulo de ocupaciones que tiene el hombre moderno,
basta con que desde una voz de “autoridad” (pastor, apóstol) no se aliente su lectura para que muchos, por
la propia inercia, no lo hagan.
Pero volviendo al tema del título: el poder
de la vida del cristiano no está en las promesas, por más “maravillosas” que
parezcan. Realmente no tenemos la garantía de que recibiremos esas promesas en
esta vida, y, por otra parte, ¿qué punto de comparación tiene ESTA vida y este
mundo presente con la VIDA GLORIFICADA que el Señor nos tiene reservada?
Ninguno.
El poder de Su resurrección es lo que
necesitamos para vivir en el presente POR ENCIMA de las dificultades que
inevitablemente vendrán. Es lo que nos permite traer el Reino Venidero EN MEDIO
DE la oscuridad actual. Es superior a cualquier promesa y superior a cualquier
dificultad. No conquista reinos terrenales, ¡conquista la muerte! Nos levanta
en medio de los sufrimientos, nos eleva por encima del temor a la pobreza, la
enfermedad y la misma muerte; es lo que nos hace caminar en este mundo pero sin
vivir en él. No nos transforma en “superhombres”, permite que recuperemos la
“porción” de la naturaleza misma de Dios que perdimos en el Edén. No nos libra
de la muerte ni incluso del martirio, hace que los atravesemos victoriosos.
Ante el poder de la resurrección de Cristo
nada de este mundo tiene valor. ¿Los bienes materiales? Pueden ser útiles para
algo aquí, pero no se comparan con los celestiales. ¿Una larga y buena vida
aquí? Si todo está próximo a terminar, y, además, ¿qué punto de comparación
tienen 80, 90 o 100 años con la eternidad? ¿Dinero? En el Reino Venidero el oro
tiene el mismo valor que el asfalto de las calles. ¿Posesiones materiales,
casas, terrenos, propiedades? Mucho más que eso tendremos por la eternidad, ¡y
sin tener que pagar impuestos!
Realmente, las más “grandes promesas” del
falso evangelio de la prosperidad son menos densas que el humo en comparación
con el poder de la resurrección y el reino venidero, en el cual, y por encima
de todo lo que dijimos antes, está la presencia eterna del tres veces Bendito,
de nuestro Amoroso Señor, del Fiel Espíritu Santo, del Glorioso Padre. ¿Por qué
habría de preocuparme en esta corta y miserable vida de rodearme de gente
importante y adinerada?
¡Oh Señor, ayudanos a comprender y vivir en
el poder de Tu Resurrección!
Danilo Sorti
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